Los perjuicios intangibles del castrismo
Esos daños son tan o más destructores que los otros que integran su trágico legado
La Habana/Hace unos días en una charla entre amigos conversábamos que los regímenes de fuerza, en particular los de corte totalitario o mesiánicos, causan en la sociedad numerosos y diferentes tipos de daños.
Hablamos de los fusilados y muertos en combate en la lucha por la democracia. Los cientos de miles que pasaron largos años en la cárcel, la destrucción económica de nuestro país, el deterioro general de las edificaciones y los millones que debieron partir al exilio o decidieron emigrar por la catastrófica situación que la dictadura ha generado.
Estábamos inmersos en esos aspectos cuando mi esposa comentó que, al igual que la mayoría de los observadores y analistas, hacíamos referencia a los perjuicios humanos y materiales, pasando por alto los intangibles, obviando que cada una de las personas a las que el régimen le cambió la vida o acabó con ella hubiera podido aportar a Cuba muchas cosas positivas.
Pensamos también en los aportes a la República que los cientos de miles que pasaron por la prisión política y aún se encuentran en Cuba
Esta observación nos condujo a tratar aspectos que algunos de nosotros nunca habíamos considerado o abordado muy vagamente, como cuanto habrían aportado en una Cuba democrática los dirigentes estudiantiles Pedro Luis Boitel, muerto en huelga de hambre en 1972, o Porfirio Ramírez, fusilado junto a cuatro compañeros en octubre de 1960, o el civilista Orlando Zapata Tamayo, también muerto en huelga de hambre en el 2010 en reclamo de sus derechos.
Pensamos también en los aportes a la República que los cientos de miles que pasaron por la prisión política y aún se encuentran en Cuba, como los ex prisioneros Guillermo Fariñas, Félix Navarro y Jose Daniel Ferrer, y las prisioneras políticas, entre muchas, Sally Navarro y María Cristina Garrido, si en nuestro país se respetase plenamente la dignidad humana.
Inmediatamente después, la conversación se orientó al exilio, al éxito profesional de decenas de miles de compatriotas y al económico de muchos más. Los numerosos profesores universitarios y en otros niveles de la educación, así como la gran cantidad de trabajadores que desempeñan funciones importantes en todos los sectores de la sociedad, tales como las comunicaciones, la industria, la construcción y los servicios en general.
Por supuesto que la charla nos trasladó a la política y a los políticos cubanos que participan en esa actividad en Estados Unidos y otros países, los numerosos congresistas de origen cubano que han servido y sirven en la Cámara de Representantes y los que han integrado el exclusivo club de los 100 del Senado estadounidense, además de los dos cubanos que participaron activamente en una campaña presidencial, incluyendo uno que es ahora secretario de Estado, la posición no electa más importante de este gran país.
Hablando del fallecido, Daniel Pedreira recordó a otro grande de los cubanos en la política estadounidense, el congresista Lincoln Diaz-Balart, que recientemente partió al infinito
La charla se enriquecía mencionando a los políticos, cuando Luz Martínez, mi esposa, y Jose Antonio Albertini mencionaron al comisionado de la ciudad de Miami recientemente fallecido, Manolo Reyes. Todos callamos y rendimos con el silencio un modesto homenaje a una persona que se había ganado el respeto de todos nosotros por sus acciones y sencillez.
Manolo Reyes era un hombre respetable. Cordial y sincero, y todos coincidimos que en una “Cuba con todos y para el bien de todos” habría sido una cantera muy provechosa para la república. Manolo habría sido un excelente funcionario público en cualquier instancia cubana y no dudamos de que hubiera sido un invaluable alcalde para la ciudad de Miami.
Hablando del fallecido, Daniel Pedreira recordó a otro grande de los cubanos en la política estadounidense, el congresista Lincoln Diaz-Balart, que recientemente partió al infinito. Un hombre que, al igual que Reyes, sentía por Cuba una gran pasión y se consideraba obligado a servirla en cualesquiera instancias en la que pudieran desarrollar sus talentos.
Desgraciadamente el totalitarismo castrista imposibilito que estos dos hombres honestos y trabajadores, junto a otros con un profundo compromiso con la comunidad, también desaparecidos, en la Isla o fuera de ella, aportaran a la nación cubana su talento y dedicación. Esos daños intangibles del castrismo son tan o más destructores que los otros que integran su trágico legado.