Agobiada tras una cola en Sancti Spíritus, una periodista oficial arremete contra las autoridades
Sancti Spíritus
Mary Luz Borrego, una de las voces más críticas de la prensa estatal, quiso comprar huevos y terminó con hematomas "discretos"
La Habana/La Época, una tienda en dólares enclavada en la ciudad de Sancti Spíritus, fue la protagonista, según un artículo de la prensa oficial este viernes, de un escenario que se repite hace años en la Isla: las largas y tumultuosas colas con revendedores al acecho, gritos y productos de precios estratosféricos. La causa, cuenta una reportera oficial aturdida por el gentío, fue la venta de huevos a 5,25 fulas el cartón.
Relativamente baratos –al menos más que los cárnicos– y ricos en proteína, los huevos son un alimento codiciado en la Isla que, en los últimos años, ha visto desmoronarse su producción escandalosamente. No es raro que en torno a su venta se desate el caos que, sin embargo, parece haber experimentado por primera vez la periodista de Escambray Mary Luz Borrego, una de las voces más críticas del oficialismo.
“Más de tres horas y media de batallar en una especie de coliseo romano, entre empellones y atropellos que no solo mellaron el cuerpo, sino también el espíritu de quienes allí concurríamos”, se queja la mujer, que no obstante encuentra más indignantes los “clanes de revendedores que compraban una, dos, tres, cuatro o más veces porque habían marcado varios turnos, se colaban los unos a los otros, montaban estratagemas, disimulaban, bloqueaban la puerta para solo dejar entrar a sus aliados, desafiaban a gritos y con obscenidades para salirse con la suya”.
Al final del día, lamenta, los coleros ganaron: “se llevaron la mayor cantidad de cartones posible para sacar su tajada”
Al final del día, lamenta, los coleros ganaron: “se llevaron la mayor cantidad de cartones posible para sacar su tajada”, pero no fueron los únicos. Los trabajadores y dueños de comercios particulares, “a quienes al parecer sus habituales ganancias nunca les resultan suficientes”, también salieron airosos.
Contrario al habitual discurso oficialista, que culpa a los “inescrupulosos” de empeorar la situación económica del país, Borrego reconoce que “esta triste realidad no se encuentra sobre las espaldas de unos cuantos pillos, sino en la situación económica del país, el déficit productivo-financiero que ha convertido la escasez de todo o casi todo en pasto para el mercado informal con precios de ciencia ficción”.
La situación fuerza a los ciudadanos a elegir un producto más barato –aunque eso implique hacer una cola de varias horas bajo el sol ardiente– y uno más fácil de adquirir en el mercado informal, pero a precios prohibitivos. Los huevos de La Época no son “regalados”, pero la oferta resulta hasta 1.300 pesos más económica, cambiando el dólar a precio de calle, que si se adquirieran en el mercado negro, donde incluso se venden posturas echadas a perder, admite.
“Cuando la espera pasaba de castaño oscuro, esta reportera pidió permiso y entró a hablar con la gerente de La Época, quien le argumentó que ellos tenían solo la responsabilidad de custodiar los bienes de la tienda y el dinero duro de sus cajas, pero no podían organizar la cola, que eso era asunto de los clientes puertas afuera de su unidad”, señala la periodista, y pone un ejemplo elocuente sobre los métodos “cuestionables” de los vendedores de estos comercios.
La gerente no solo declinó llamar a la Policía –alegando que en otras ocasiones no habían acudido a la petición de poner orden–, sino que en un momento, “cuando uno de los más sobresalientes coleros se aprestaba a entrar por enésima vez, ella se asomó, lo detuvo y preguntó si se lo íbamos a permitir. Ante el sorprendido silencio por lo que parecía una instigación a la violencia, hizo un gesto elocuente –algo así como ‘si ustedes no lo resuelven, yo menos’–, y lo dejó pasar”.
En toda la jornada, los trabajadores del comercio se limitaron a “cuidar los productos y los dólares recaudados”
Después de ganarse varios hematomas “discretos”, la periodista logró adquirir el último cartón de huevos. En la compra notó la presencia de varios “allegados” de la tienda, “que se las arreglaron para entrar y esperaban disimuladamente por allí, quizás para recoger lo suyo, que permanecía seguro y bien guardado a la sombra de algún anaquel”.
Terminada la venta, el “desbarajuste” acabó y la mayoría se fue a su casa con las manos vacías. En toda la jornada, los trabajadores del comercio se limitaron a “cuidar los productos y los dólares recaudados”, como les ordenan desde arriba.
Borrego, sin embargo, se resiste a pasar por alto la “impotencia” y la “vergüenza” que sintió esa jornada. “¿Resulta lógico que una institución pública como la tienda La Época permita de brazos cruzados semejante arbitrariedad ante sus narices?”, cuestiona, apelando a un decoro que hace tiempo las autoridades perdieron.