Una anciana herida y 15 familias sin hogar por un derrumbe en la calle Reina, en La Habana
Derrumbe
Ocurrió en la antigua sede de la Cámara de Comercio China, centro neurálgico del comercio internacional y transformada en cuarterías después de 1959
La Habana/Sillones, refrigeradores y muebles llenan este martes el trozo de portal frente a un edificio en la calle Reina, entre Manrique y San Nicolás, Centro Habana. El derrumbe parcial ocurrido este lunes en el inmueble ha dejado una persona hospitalizada y a los vecinos imposibilitados de regresar a sus hogares, según comprobó 14ymedio.
En el edificio residían unas 15 familias, cerca de 50 personas, y la mayoría tuvo que pasar la noche a la intemperie. El desplome de parte de la estructura de la cuartería ocurrió “amaneciendo, después de las seis de la mañana”, explica una residente a este diario. Otros hablan de un ruido “como un trueno” que hizo temblar todo el edificio. Lo cierto es que apenas hubo tiempo de reaccionar. “Hoy no ha venido nadie”, añade la mujer, refiriéndose a las autoridades.
Los residentes han amontonado las pertenencias que lograron rescatar de entre los escombros
El estruendo sorprendió a muchos en sus camas y sacó a los vecinos a la calle en camisetas y chancletas, muchos con el pánico todavía reflejado en el rostro. Las imágenes de una porción del techo desplomado en el interior circularon rápidamente por las redes sociales.
La escena se repite demasiado seguido en la capital cubana: una estructura que cede, la carrera por salvar lo indispensable y, luego, la resignación ante lo irrecuperable. Después del derrumbe llegan los reclamos por una plaza en un albergue o acceder a algún local que pueda servir de vivienda. Pero las posibilidades son pocas.
En el portal de la céntrica avenida, los residentes han amontonado las pertenencias que lograron rescatar de entre los escombros: ropa doblada en cubos de plástico, colchones que huelen a humedad, un par de ventiladores y algún que otro mueble a medio romper. Un vecino coloca un microwave encima de sus otras pertenencias, como si fuera una reliquia, mientras una mujer se abanica con la tapa de una caja de cartón, sentada en la silla que logró rescatar del derrumbe.
La única herida grave es una anciana a la que identifican como Magaly, de 75 años, que sufrió varias fracturas, una de ellas en una clavícula, cuando parte del techo del tercer piso cayó sobre el segundo. La trasladaron de urgencia al hospital.
Este martes, los peatones que transitaban por ese tramo de Reina se veían obligados a bajar de la acera y continuar por la avenida dada la aglomeración de vecinos y sus pertenencias que colapsan aún el portal. Una cinta con las siglas de la Policía Nacional Revolucionaria rodea el lugar.
El inmueble afectado no es un edificio cualquiera. Se trata de la antigua sede de la Cámara de Comercio China, situada en Reina 161, entre Manrique y San Nicolás, en el corazón del antiguo Barrio Chino. En su época de esplendor, fue la institución que agrupaba a comerciantes, importadores y dueños de grandes almacenes de víveres. Las crónicas lo describen como un centro neurálgico de negocios y reuniones, símbolo de una comunidad pujante que dejó huella en La Habana de finales del XIX y principios del XX.
A partir de 1959, las nacionalizaciones y el éxodo de miles de chinos y descendientes precipitaron el cierre de las asociaciones y la transformación de sus locales en viviendas. Así ocurrió con la Cámara, las oficinas se dividieron en pequeños apartamentos y, poco a poco, las paredes levantadas para improvisar habitaciones multiplicaron el peso sobre estructuras ya fatigadas por el tiempo y la falta de mantenimiento. Lo que fue un símbolo del comercio transnacional se convirtió en un laberinto de pasillos estrechos, con techos apuntalados y vigas que pedían a gritos ser sustituidas.
Las nacionalizaciones y el éxodo de miles de chinos precipitaron el cierre de las asociaciones y la transformación de sus locales en viviendas
La Habana vive bajo la sombra de estos derrumbes. No es un fenómeno aislado ni imprevisible. Cada aguacero es un duro examen que muchos edificios no pasan. Cada verano, las noticias de las redes sociales y los medios independientes se llenan de palabras como “colapso”, “derrumbe parcial” o “daños estructurales”.
El drama de los colapsos no solo se mide en paredes caídas o familias en la calle, también en las vidas que se apagan demasiado pronto. Hace apenas unas semanas, la pequeña Alejandra Cotilla Portales, de siete años, murió junto a sus padres cuando un derrumbe en la calle Monte sepultó su hogar. Alejandra, que participaba en un taller de dibujo en el Centro Loyola Reina, había plasmado en papel la casa de sus sueños, con techos firmes y figuras imposibles para su entorno. Su muerte, recordada con dolor por maestros y compañeros, se convirtió en un símbolo desgarrador de lo que significa crecer en una ciudad donde vivir bajo un techo antiguo puede ser más arriesgado que dormir al aire libre.
El derrumbe de Reina refleja el deterioro general del fondo habitacional de La Habana
Las soluciones ofrecidas suelen ser improvisadas: albergues temporales en escuelas en desuso, traslados a casas de familiares, promesas de futuros reasentamientos que rara vez se cumplen. Las familias damnificadas se enfrentan a lo inmediato, dónde dormir esta noche, cómo proteger sus pocas pertenencias, quién cuida a los ancianos o a los niños.
El derrumbe de Reina refleja el deterioro general del fondo habitacional de La Habana, una ciudad con un parque inmobiliario envejecido y sin recursos para mantenerlo. Según cálculos oficiales, cientos de miles de viviendas requieren reparación mayor, pero los materiales escasean y la burocracia retrasa cualquier gestión.