APOYO
Para ayudar a 14ymedio

La basura acabó con el gran tesoro de Guanabacoa, sus aguas y manantiales

En medio del desastre y de la peste, un cartel: "Yo soy Fidel. Gracias por el país que nos dejaste"

El panorama de la basura es tan deprimente que Yuliet prefiere tener la ventana cerrada, día y noche. / 14ymedio
José Lassa / Juan Izquierdo

06 de abril 2025 - 07:48

La Habana/¿Qué apareció primero? ¿El cartel de “Yo soy Fidel” en una maltratada pared de Guanabacoa o el basurero ubicado junto a él? La mano que pintó la consigna, popularizada por el régimen tras la muerte del caudillo en 2016, quizás no sospechó que un vertedero y Castro podían converger en esa esquina del municipio habanero. Borroso, otro mensaje remata la ironía: “Gracias por el país que nos dejaste”. 

Guanabacoa está repleta de carteles así, junto a una acumulación de basura o una cañada de aguas albañales. En algunas escenas, son las auras –con las alas abiertas “en cruz”, como el juego infantil– las que exploran los desechos o picotean las latas sobre la corriente. 

“Favor, heche los desechos en el agua” [sic], dice otro letrero cerca de los Baños de Santa Rita, el que alguna vez fue uno de los balnearios más populares de La Habana. Queda la duda ante esa petición tan absurda si hubo un "no" que fue borrado por la humedad en la pared. La ventana de Yuliet, de 39 años, da a uno de los afluentes que conducen al lugar. La peste, a cualquier hora, es insoportable. 

Cartel y basura en Guanabacoa, La Habana. / 14ymedio

Basta asomarse para ver cómo las auras y las ratas escarban entre los charcos. El panorama es tan deprimente que Yuliet prefiere tener la ventana cerrada, día y noche. “La tengo clausurada no solo por el olor, al que al final nos acabamos acostumbrando, sino por los mosquitos que salen de la poceta”. 

El agua, en algún momento limpia y abundante, caracterizó a Guanabacoa desde tiempos inmemoriales. Tanto los indios que dieron nombre al asentamiento como los colonos que llegaron después decidieron que sus baños y arroyos eran el gran tesoro de la zona. Antes de la Revolución, 11 de las 27 embotelladoras de agua que había en Cuba estaban en Guanabacoa. 

Con su principal recurso contaminado hasta lo indescriptible, lo que alguna vez fue su ventaja es hoy su punto débil. Cada corriente, cada pozo, cada riachuelo es un foco existente o potencial. La basura gana terreno desde la Loma de la Cruz hasta los Baños de Santa Rita, de los campos hasta el centro mismo de la ciudad. 

Basta asomarse para ver cómo las auras y las ratas escarban entre los charcos. / 14ymedio

“Te amo, Yanisleidy”, reza el enésimo cartel junto a un basurero. De la hediondez no se salva Fidel, pero tampoco las declaraciones de amor. El vertedero no cree ni en ideologías ni sentimientos, y avanza junto a la corriente cada vez más turbia que circunda los caseríos y elevaciones. 

“Aquí la gente directamente no sale a botar la basura”, lamenta Juan, que llegó hace una década al reparto Mambí, desde Las Tunas. “Lanzan la jaba o lo que sea por la ventana, y ahí se va acumulando, hasta que cae una buena lluvia y arrastra toda la porquería”. 

Es un deporte macabro que, con cada “lanzamiento”, le cuesta a la ciudad la poca higiene que le queda. En defensa de los vecinos, Juan asegura que el contenedor más próximo le queda a seis cuadras. “Me quedaba”, se corrige: “Ya no está. Un día vinieron los de Comunales y se lo llevaron”. 

En la mente de los residentes hay dos opciones: quemar la basura o echarla a la corriente, y consideran que es “más higiénico” lo segundo. El aguacero es el único “empleado de limpieza” que le queda a la ciudad. Cuando llegan las lluvias, las auras se ocultan bajo los árboles, las ratas se ahogan o buscan un agujero, y la basura flota hacia otra parte. 

Guanabacoa está repleta de carteles así, junto a una acumulación de basura o una cañada de aguas albañales. / 14ymedio

Caridad sabe mejor que nadie que el aguacero podrá llevarse los desechos, pero es mortal para quien tiene un patio bajo. A menos de un metro por encima del nivel del río, la parte trasera de su casa se convierte en una piscina de podredumbre cuando la corriente se desborda. “Es imposible explicar todo lo que mi esposo y yo hemos tenido que sacar del patio”, afirma. 

“Aquí al barrio una vez vinieron unos médicos, hicieron unas pruebas a un par de familias y se fueron. Nadie más ha venido a preocuparse por la higiene de uno”, cuenta. En toda la ciudad, la sensación de desamparo es similar, atizada por los problemas de desabasto de agua potable que afectan a toda Cuba. 

La peste, a cualquier hora, es insoportable. / 14ymedio

Una plancha de zinc hace de dique contra el río. No detiene el agua sucia ni las enfermedades que trae, pero al menos impide que las jabas, verdadera bombas fétidas, crucen la frontera hasta la casa de Caridad. 

Cuando el aguacero amaina, ella y su esposo apilan los desechos que han llegado al patio. Sueltos o en jabas, como el “barquito de papel” con el que también juegan los niños, vuelven a lanzar toda la podredumbre al río. Es un círculo vicioso y también, admite la mujer, una especie de venganza contra la basura. Ahora será problema de otro.

13 Comentarios
Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último