Con el carné del Partido Comunista de Cuba y en busca del pasaporte estadounidense
No se sabe cuántos militantes emigraron y siguen pagando su cuota mensual
La Habana/No participa en las reuniones, no vota a mano alzada en las asambleas ni ejerce como una militante activa, pero Omaida, de 59 años, sigue siendo miembro del Partido Comunista de Cuba (PCC) aunque viva en Las Vegas, Estados Unidos. Con una cuota mensual de unos cinco pesos, que a veces puede ser hasta mucho menos, mantiene su vinculación con una organización que ha sufrido una caída tan brutal en el número de afiliados que ahora trata de mantener, incluso a los emigrados, en sus listas.
"En mi núcleo del Partido solo quedamos tres personas", reconoce un colega de Omaida que, hasta hace poco, compartía con la mujer sus labores en una oficina vinculada al
Ministerio de Energía y Minas. "Un día nos enteramos que ella se había ido por el parole cuando la hija vino para llevarse algunas pertenencias personales de su buró", cuenta el trabajador a 14ymedio.
"Un día nos enteramos que ella se había ido por el 'parole' cuando la hija vino para llevarse algunas pertenencias personales de su buró"
Hasta ahí, la historia de Omaida, nombre cambiado para este reportaje, se parece a la de muchos de los más de 110.000 cubanos que se beneficiaron durante más de un año y medio del parole humanitario implementado por la Administración de Joe Biden. Como no optaban por un visado, los beneficiados con ese permiso no necesitaron hacer una entrevista en el Consulado de EE UU en La Habana, tampoco debían pasar por un chequeo médico ni ir a la Embajada a recoger la visa una vez otorgada. Todo el proceso transcurría en un marco de discreción que permitió a muchos esconder, de jefes y colegas, su salida hasta el último minuto.
"Ella era de lo más combativa, incluso fue de las personas que primero se activó para ir a la calle a enfrentar a los manifestantes cuando las protestas del 11 de julio de 2021", recuerda su colega. "Después de su salida, el secretario del núcleo del Partido informó de que la compañera Omaida había emigrado del país para ayudar a su hija con los nietos en Las Vegas, tuvimos que aguantar la risa porque aquello no se lo creía nadie. Se fue porque no soportaba más esto, era una oportunista de postalita".
En la oficina vinculada al Ministerio de Energía y Minas, todos creyeron que la emigrada ya no militaría más en el PCC pero se llevaron una sorpresa. "Resulta que hay un tipo de membresía a distancia, que está pensada para las personas que no se dan de baja del Partido antes de irse. Su familia aquí en Cuba sigue pagando una cuota simbólica, unos pocos pesos al año, y ella sigue siendo miembro de la organización, la siguen contando entre sus filas".
La permisibilidad para aceptar entre sus miembros a emigrados no deja de sorprender a quienes forman parte de un Partido que durante décadas prohibió a sus militantes tener contacto con sus familiares exiliados y con cualquier extranjero. Hubo familias rotas, hermanos que se dejaron de hablar porque el que quedó en Cuba podía ser expulsado deshonrosamente de la organización si se conocía que mantenía relaciones con "el traidor a la patria" y personas que fueron amonestadas públicamente por solo recibir una carta de una tía en Miami.
Ángel, de 81 años y residente en Morón, conoce bien esos excesos. "Perdí la militancia porque en los 90, cuando se permitieron un poco más los viajes, quise ir a ver a mi hermano a Nueva York, que estaba muriéndose con un cáncer terminal", cuenta a este diario. "Para empezar el proceso de obtener una visa y el permiso de salida, tuve antes que contarlo en mi núcleo del Partido y ahí mismo me dijeron que si yo iba a ese país dejaba de ser confiable para la organización".
"Perdí la militancia porque en los 90, cuando se permitieron un poco más los viajes, quise ir a ver a mi hermano a Nueva York, que estaba muriéndose con un cáncer terminal"
Más de tres décadas después, Ángel se alegra de aquella expulsión. "Me ahorré un montón de horas en reuniones y también ahorré dinero en el pago de la cuota mensual", sentencia. "Pero si en aquel momento me hubieran propuesto que mantuviera mi membresía en el tiempo que estaba fuera, lo habría hecho porque yo creía ciegamente en esto". Ahora, curtido por los años y muy crítico con el régimen, al avileño le cuesta creer que haya cubanos emigrados que opten por mantener el vínculo con el PCC: "eso solo se explica por el oportunismo".
La existencia de esa membresía para emigrados la confirma un cuadro del PCC en Santiago de Cuba. "La orden que hemos recibido es mantener todo lo que se pueda al militante dentro de nuestras filas, no podemos seguir perdiendo gente", detalla bajo condición de anonimato. El último dato oficial sobre la cantidad de miembros de la única organización partidista permitida en el país es de 2021 y apenas llegaba a los 700.000, pero es un secreto a voces que el número en los papeles supera con creces a la realidad.
"Ha habido que cerrar muchos núcleos del Partido aquí en Santiago por falta de militantes", reconoce el dirigente local. "La gente empieza a poner excusas, que si la salud, que si la familia, que si se va a mudar y ya no puede cotizar por un núcleo en específico. La cantidad de justificaciones para pedir la baja llenan varios tomos. Hubo una militante que nos dijo que no seguía porque su madre se había metido a Testigo de Jehová y no le permitía tener símbolos comunistas, ni siquiera el carné, dentro de la casa".
Los problemas demográficos también golpean duramente a la organización. "Cuando se reúne el núcleo, esto parece un asilo de ancianos", asegura con ironía el santiaguero. "Aquí tenemos pocos casos de militantes que se han ido del país y siguen en el Partido pero sí que los tenemos. Inicialmente se decía que iban a cotizar en dólares desde allá pero eso fue una bola, siguen pagando la cuota en pesos".
Para Omaida, la situación es delicada. Con la llegada al poder de Donald Trrump se han recrudecido los controles sobre la migración y se ha puesto el foco en los cubanos que mintieron, al rellenar los formularios de entrada, sobre su filiación al PCC y a organismos represivos en la Isla. Mantener la militancia, pagar la cotización en su núcleo y seguir siendo contada entre los miembros en activo representa un riesgo alto para ella en caso de saberse. Sin embargo, según su antiguo colega de trabajo: "por el momento le importa más mantener las apariencias aquí, no meterse en problemas".
¿Cuántos son los emigrados que mantienen esa dicotomía? Muy probablemente la cifra solo se maneje en las más altas instancias. En algunos casos, esos militantes ya están en el proceso de obtener la nacionalidad estadounidense y pronto se harán la tradicional foto con la banderita de las barras y las estrellas en una mano, mientras sostienen el certificado de ciudadanía en la otra, frente a una réplica de la Estatua de la Libertad. En Cuba, sin embargo, guardan en una gaveta el carné rojo del Partido Comunista al que siguen perteneciendo.