Los vecinos del hotel Saratoga, sin respuestas tres años después de una tragedia con 47 muertos
La Habana
"Seguimos albergados, sin hogar y sin ver avances reales en la reconstrucción de nuestro edificio"
La Habana/Un fuerte operativo policial rodea, este martes, lo que fue el hotel Saratoga y el edificio adyacente, cuando se cumplen tres años de la explosión que los destruyó y que dejó un saldo de 47 muertos. Los medios empleados por las autoridades en vigilar el lugar en la fecha del aniversario son inversamente proporcionales a la atención que han prodigado todo este tiempo a las demandas de los vecinos desalojados, que han aprovechado la efeméride para hacer públicos sus reclamos.
“Como vecina de Prado 609, denuncio mediante esta publicación el total abandono de las autoridades hacia los damnificados”, escribe en su muro de Facebook Bárbara del Carmen Tenreyro Pérez, que resume en pocas palabras la situación de los antiguos residentes de ese inmueble. “Tres años después, seguimos albergados, sin hogar y sin ver avances reales en la reconstrucción de nuestro edificio”. Las obras, en efecto, se encuentran paradas desde hace seis meses, refieren los vecinos.
En mayo de 2023, había sido demolido lo que quedó del edificio tras la deflagración. Pocos meses después, el Gobierno aseguró a los vecinos que volverían en 2025 a sus casas, reconstruidas, en el mismo lugar. A ello aludía Tenreyro: “Lo prometido ha quedado en palabras vacías. La fecha anunciada oficialmente para tener el edificio listo era este año. Sin embargo, la realidad que vivimos está muy lejos de esa promesa”.
"Lo prometido ha quedado en palabras vacías"
Tampoco ha habido una explicación cabal de lo ocurrido. Las autoridades achacaron el suceso inicialmente a posibles fisuras en la manguera de un camión cisterna que en el momento de la explosión servía gas licuado al hotel, pero prometieron una investigación cuyos resultados nunca llegaron. También se refería a esto Tenreyro al expresar: “Lo más doloroso es el silencio: nadie nos explica nada, nadie nos atiende, nadie responde a nuestras preocupaciones”. La mujer adjunta a su post varias fotos, que muestran el antes y el después del lugar.
Ilustrándolo con las mismas imágenes y en la misma línea, publicó Katherine T. Gavilán sobre los residentes de Prado 609: “Como cada 6 de mayo, ellos siguen sin estar en sus hogares y algunos han decidido tampoco estar en su país. La mayoría sigue albergada en la Villa Panamericana y los familiares de los muertos que dejó el suceso y toda la ciudadanía aún esperamos los resultados de una investigación de la cual no se tiene noticia alguna”.
Gavilán recuerda que hace dos años se informó a las familias que habitaban los 27 apartamentos del edificio de que “para agosto de 2025 podrían estar regresando a sus casas”. Además, revela que el pasado año, “los vecinos entregaron cartas en el Gobierno de La Habana, en la sede de la Asamblea Nacional y en Gaesa” (Grupo de Administración Empresarial, SA).
Gaesa, dueña del Saratoga, les dijo a los residentes “que no tenían nada que ver con el asunto”
El conglomerado militar, dueño del Saratoga desde que en 2016 se lo arrebató a Habaguanex, empresa dependiente de la entonces todopoderosa Oficina del Historiador de La Habana, dirigida por Eusebio Leal, les dijo a los residentes “que no tenían nada que ver con el asunto”, en palabras de Gavilán, que refiere que de las otras dos no recibieron respuesta “salvo que el encargado del tema era el jefe de Construcciones del Gobierno de La Habana”.
La mujer prosigue relatando en qué han quedado, hasta ahora, las demandas: “Hace poco menos de un mes, una de las vecinas del edificio en representación de la totalidad solicitó un encuentro con la persona a cargo, Namán Morales. La asesora de Morales dijo que ventilaría el asunto y que llamara en unos días. La semana siguiente respondió que no había podido hablar con él, respuesta que se repitió a los 15 días de la primera comunicación”.
Desde la Villa Panamericana, en Habana del Este, donde fueron realojados, otra de las damnificadas, que pide anonimato, corrobora a 14ymedio la situación. “Si las autoridades han dado algunos pasos, nosotros no lo sabemos. Hace mucho más de un año que no nos dan información de nada”, lamenta, y confirma que ninguna de las cartas que una vecina llevó personalmente a distintas instancias gubernamentales ha tenido respuesta.
"Nosotros teníamos una guagua aquí que ellos nos pusieron al principio, pero nos la quitaron porque no había petróleo"
Otra carta pretendían llevarla este mismo martes al Comité Central, pero no han podido debido a la falta de transporte desde el barrio donde están albergados. “Nosotros teníamos una guagua aquí que ellos nos pusieron al principio. Nos sacaban de la Villa todos los días y por la tarde nos traían, pero nos la quitaron porque no había petróleo para seguir sustentando ese transporte”, cuenta la mujer.
No es el mayor de los problemas que tienen en Villa Panamericana. Lo peor, asevera, es el agua: “Aquí el agua la ponen una o dos veces al día, una hora, y en esa hora tenemos que llenar tanques, pomos, cubos, lo que tengamos, para poder pasar el día, echarle al baño, cocinar, limpiar, en fin, todo”.
Las condiciones de los realojados son variables, igual que las quejas, de las que hace recuento: “Una vecina tuvo una plaga de ratones, y aunque le mandaron a un fumigador para que se callara, nadie le arregló los muebles que los ratones se habían comido; otros tienen problema de filtraciones graves; otros, de comején, hasta en puertas y ventanas”.
Las obras se detuvieron en noviembre pasado, cuenta, "cuando se acabó el cemento"
Esta damnificada también clama por la falta de explicaciones: “Nunca hubo una respuesta a cuáles fueron las causas del accidente. Jamás nos han dado esa información y estamos cansadas de pedirla”.
Les dijeron, recuerda, que “la construcción del edificio comenzaba en febrero del 24 y que terminaría todo en diciembre del 25, que levantar el edificio iba a ser rápido, y mira”. Las obras se detuvieron en noviembre pasado, cuenta, “cuando se acabó el cemento”.
La imagen compartida este martes en redes sociales por algunas vecinas, que muestra el hueco de Prado 609 tan solo con los cimientos y varillas aquí y allá abandonadas, se hizo, calcula, “a finales de diciembre o principios de enero”, desde la azotea del edificio adyacente, el de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba. Después, “más nadie ha podido tirar fotos, porque el huequito ese lo taparon”.
La ubicación privilegiada del edificio de Prado 609, a pocos metros del Capitolio de La Habana, hizo que varias familias del inmueble alquilaran habitaciones a turistas, una fuente de ingresos que ahora lleva tres años truncada. El albergue en Habana del Este no solo los ha privado de esta entrada económica sino que los ha alejado de todo el entramado comercial que tenían a manos y de las escuelas a las que acudían sus hijos.
Mientras tanto, la reconstrucción del emblemático Saratoga también se encuentra detenida. La empresa a la que el Gobierno comisionó las obras es Almest, una inmobiliaria de las Fuerzas Armadas, que trabaja con una empresa francesa desconocida, aunque todo parece indicar que se trata de la constructora Bouygues, que ha trabajado ya en la construcción de 22 hoteles de lujo en la Isla.
El año pasado, en el primer aniversario de la tragedia, el arquitecto cubano Luis Ángel Gil, hoy residente en España, expuso en sus redes una propuesta de rehabilitación del hotel, al que proponía renombrar como Kairós Saratoga, por la palabra que en griego clásico significa “momento oportuno”.
Su idea principal era que el edificio recuperado se percibiera “como abierto horizontalmente”, para que “los usuarios no se sientan encerrados entre paredes y puedan disfrutar de las excelentes vistas que ofrece el terreno”. Para lograrlo, el especialista proponía “integrar un parque vertical” que fuera “una extensión natural del espacio público existente”, envolviendo el edificio y “fortaleciendo la conexión entre la arquitectura y la naturaleza.
Tanto esta propuesta, ignorada por las autoridades, como la que pueda tener el oficialismo, aún ignota, parecen dormir en una gaveta.