Los libros cubanos de marzo: piratas, 'Mariel', Lechuga y la trampa de Tampa

La polémica Feria del Libro de Tampa y los ecos provinciales de la Feria de La Habana fueron los dos acontecimientos literarios más significativos –y discutidos– del mes

Lechuga se ve con pañoleta y camisa blanca, distintivo de alumno destacado y ganas de conocer a Fidel
Entre los libros de marzo destaca 'Esta es tu casa, Fidel', las memorias de infancia y adolescencia del cineasta Carlos Lechuga / Cubadebate
Xavier Carbonell

31 de marzo 2024 - 14:17

Salamanca/En 1667, el pirata francés Jean David Nau, mejor conocido como El Olonés, asaltó la villa de Remedios. Lo acompañaban 20 bandoleros que zarparon de Tortuga –la célebre madriguera de mar– y no dejaron títere con cabeza. Venía buscando tabaco, azúcar y pieles. Y remedianas, claro. Los ataques se hicieron más feroces a medida que avanzaba el siglo, y obligaron a refundar el pueblo donde está hoy.  

El Olonés era famoso por salvarse de la muerte con trucos pintorescos. Una vez, por ejemplo, fue fusilado y arrojado a una fosa común. El tiro no fue mortal, reptó fuera del hueco y se bañó tranquilamente en un arroyo, mientras los españoles –todo esto pasó en México– celebraban su muerte con una jolgorio. 

Sabríamos poco de El Olonés si no fuera por otro bandido, Alexandre Exquemelin, que contó su historia en Piratas de la América. De su libro existe una famosa edición cubana, prologada por Eliseo Diego –por quién si no– y financiada por la Unesco. Conseguir un ejemplar de esa primera tirada, de 1963, es caro y complicado. Pero el lector puede buscar la reciente y muy cuidada que acaba de sacar Renacimiento. 

Y si el Caribe del sangriento siglo XVII lo tienta a uno, nada mejor que seguir con el resto de la colección Isla de la Tortuga, por donde navegan El Olonés y Francis Drake, los corsarios berberiscos, franceses e ingleses, y no pocos cubanos, siempre atentos al mar y amurallando sus puertos. 

Para festejar el décimo aniversario de la versión definitiva de 'Mariel', la novela clásica de José Prats Sariol, Verbum ha escogido una cubierta azul profundo y una advertencia de Álvaro Mutis

Con el mismo tono descarado y piratesco de Exquemelin, el nuevo libro de Carlos Lechuga –al que este diario puso bajo la lupa desde su nacimiento– ha desfilado por las librerías españolas en busca de su lector. Esta es tu casa, Fidel (De Conatus) no es solo el retrato adolescente del cineasta, sino una declaración de anti-hospitalidad hacia la ideología que le inculcaron en la infancia. 

Para festejar el décimo aniversario de la versión definitiva de Mariel, la novela clásica de José Prats Sariol, Verbum ha escogido una cubierta azul profundo y una advertencia de Álvaro Mutis: el mundo al que está a punto de entrar el lector es exigente y frondoso, y por él se mueven personajes que buscan ante todo la virtud. 

Vocación totalizadora posee también Apenas tengo dientes en la boca (Casa Vacía), de Nicolás Lara, fallecido en Nueva York en 2022. "Delirante, oral, kilométrica, picaresca" –como la define Carlos Aguilera–, la novela invoca la etapa más reciente de la memoria cubana, desde el arresto del poeta Heberto Padilla en 1971 hasta la muerte de la cultura –o de "cierta cultura"– de la Isla durante el Período Especial. 

De Ediciones Memoria hablamos al presentar, el mes pasado, Un viaje a la Rusia roja, de Sergio Carbó. El proyecto, gestado en Camagüey por el editor independiente Mario Ramírez y el diseñador José Luis de Cárdenas, pone a disposición de los lectores otros títulos indispensables para calibrar el presente de Cuba a la luz de documentos olvidados. En su catálogo figuran además Con la República, también de Carbó; Félix Varela hoy, de Rafael Almanza; La condición cívica, artículos de Ramírez; y Misión del periodismo, una recopilación de Waldo Fernández Cuenca con textos de la antigua Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling. 

Con la pretensión adánica de ser "la primera biografía de Alejo Carpentier" se lanzó en La Habana un estudio sobre la vida del escritor

Con la pretensión adánica de ser "la primera biografía de Alejo Carpentier" –el disparate no necesita refutación– se lanzó en La Habana un estudio sobre la vida del escritor, firmado por el ensayista y ex comisario Urbano Martínez. A pesar de semejante carta de presentación, el evento tuvo "muy poco público y escasa repercusión mediática". 

En dos tomos, Carpentier, la otra novela (Ediciones Matanzas) se define como un "libro barroco, por la profusión de contenidos, por el desbordamiento del discurso, por el andamiaje de su construcción". El autor confiesa que intentó imitar, en todo lo posible, el estilo del biografiado. Como "un gran suceso" lo saludó La Jiribilla y le auguró múltiples "ediciones en Cuba y en el extranjero". 

De la sequía editorial cubana tienen que hablar ya hasta sus propios comisarios

De la sequía editorial cubana tienen que hablar ya hasta sus propios comisarios. Este mes, la prensa camagüeyana reprodujo las declaraciones del escritor Luis Yusseff sobre el periplo que había hecho por las celebraciones literarias de toda la Isla. Como quien llega del desierto, describió las "ferias pálidas y desabastecidas" que le habían tocado. "Seremos verdaderos lectores cuando tengamos en la mesa todas las opciones de lecturas", dijo, si bien soslayó que a las mesas cubanas les falta mucho más que libros. 

Como todo evento en el que participen cubanos de las dos orillas, la Feria del Libro de Tampa se convirtió en una comedia de enredos. Que los funcionarios del régimen que viajaron a Florida no venían con buenas intenciones –"le temo a los griegos hasta cuando traen regalos"– lo adivinaba cualquiera. Que eran de lo más selecto y fiel (los capitaneaba Francisco López Sacha), tampoco era un misterio. 

Sin embargo, la convivencia a la cañona se convirtió en polémica, y la polémica en reflexión acerca de las distintas posturas sobre la posibilidad de un diálogo con La Habana. Las conclusiones –de un lado y de otro– no son optimistas y se cifran en una fórmula: lo de Tampa fue una trampa. 

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