Tiburones y novelistas

Miniaturas

Un misterioso grabado en la oficina de Carpentier impresionó a Cabrera Infante e inspiró uno de sus libros

El lienzo 'Watson and the Shark', pintado en 1778 por John Singleton Copley, del cual se realizaron múltiples reproducciones en el siglo XVIII.
El lienzo 'Watson and the Shark', pintado en 1778 por John Singleton Copley, del cual se realizaron múltiples reproducciones. / CC
Xavier Carbonell

26 de abril 2025 - 07:34

Salamanca/La escena que quiero comentar ocurrió en 1965. Cabrera Infante vuelve a La Habana, una ciudad irreconocible tras seis años de Revolución, y conversa con Alejo Carpentier en su oficina de la Imprenta Nacional. Carpentier recita como un autómata el index librorum que Fidel Castro le ha dejado publicar. El otro observa que ninguno de esos libros ha salido a la calle impunemente, y que algunos –como Moby Dick, “cuyo centro es Dios”– han sido desfigurados, pero no dice una palabra.

Se fija, más bien, en uno de los grabados que Carpentier tiene detrás de su escritorio. “Unos bellos efebos, tumbados semidesnudos en una balsa, rodeados de tiburones”. Eso que se ve en el fondo es La Habana, explica el anfitrión. Es un comentario malicioso, como ha observado Ponte. La breve escena es una disputa simbólica por la ciudad.

La conversación está en la página 228 de Mapa dibujado por un espía, la tercera novela póstuma de Cabrera Infante. Pero esa ilustración con tiburones –en realidad es un solo tiburón– no es un mapa, ni fue dibujado por un espía, ni puede ser el que da título al libro. En efecto, Miriam Gómez contó al editor que su marido vio un mapa “en el despacho de Alejo Carpentier, quien le aseguró que había sido hecho por un espía inglés en el siglo XVIII”.

Es simpático imaginar ese libro como una contemplación paranoica de la oficina de Carpentier, el cubano 'a la cañona'

Cabrera Infante confundió o quiso confundir ambas láminas, que conocía bien puesto que en otro libro, Vista de amanecer en el trópico, hace de la descripción de grabados una poética. Es simpático imaginar ese libro como una contemplación paranoica de la oficina de Carpentier, el cubano a la cañona que se hace rodear de representaciones de la Isla. La oficina de Alejo como torre de vigilancia de la cubanía; Cabrera Infante como el espía que, violando la discreción criolla, mira con insistencia las paredes.

¿Pero entonces cuál es el grabado? ¿Y cuál es el mapa? El grabado lo encontré por casualidad gracias a otra escena de novela. En Islas en el golfo –libro también póstumo–, Hemingway dedica un trepidante capítulo a la muerte de un tiburón martillo, a punto de morder a uno de los hijos de Thomas Hudson. Las caras de los navegantes, el muchacho pataleando en el agua, el hombre que empuña el arpón, las dentelladas del animal, son tan similares a la imagen descrita por Cabrera Infante que lo hacen sospechar a uno que Hemingway también tenía ese grabado.

Se trata de A youth rescued from a shark, impreso en 1779 por Valentine Green, que es a su vez la reproducción de un cuadro modestamente famoso, Watson and the Shark, pintado por John Singleton Copley un año antes. El lienzo está en Washington. Cuento la anécdota: en 1749, Brook Watson, un niño inglés de 14 años, cae a la bahía habanera y un tiburón le arranca la pierna derecha. Sobrevive y décadas más tarde llega a ser miembro del Parlamento británico. Se hace amigo de Copley, americano residente en Londres, y hace pintar el episodio.

Copley nunca había estado en la Isla: su representación de la ciudad, no digamos ya del tiburón, gritan que su Habana es de segunda mano

Hay tres versiones del cuadro y no pocas reproducciones del grabado. Copley nunca había estado en la Isla: su representación de la ciudad –las dos tenazas de la bahía, el Morro, algunos campanarios–, no digamos ya del tiburón, gritan que su Habana es de segunda mano. No obstante, la imagen es poderosa y efectiva.

Cuando leí la muerte del tiburón en Islas en el golfo inmediatamente recordé esa ilustración. La había visto en Illustrating Cuba’s Flora and Fauna, un catálogo de Emilio Cueto. Si no recuerdo mal mis conversaciones con Emilio sobre grabado colonial, a él también le impresionó esta escena.

Cuál no sería mi sorpresa al constatar que también su libro vincula este grabado con Hemingway, pero no a Islas en el golfo sino a El viejo y el mar, donde los tiburones devoran al pez-metáfora de Cojímar. De modo que Hemingway está también allí, en la torre de vigilancia de lo cubano, mientras Carpentier y Cabrera Infante –Abel y Caín– se disputan el cadáver de La Habana.

Se cierra así un ciclo de asociaciones: desde la caída del niño hasta el grabado, del grabado a la novela de Cabrera Infante, y de ahí a esta página. Pero hay que atar un último cabo: si el mapa de La Habana que colgaba en la oficina de Carpentier no era el grabado de los tiburones, ¿qué contiene y quién lo dibujó? La respuesta no es tan elemental como el tiburón, mi querido Watson, y tendrá que esperar a la próxima miniatura.

La llave del Golfo.
La llave del Golfo. / Xavier Carbonell

También te puede interesar

Lo último

stats