Trump y Putin, en busca de la imposible cuadratura del círculo en Ucrania

Columna

En Alaska no parece haberse implantado una bandera de paz para lograr el fin de la guerra

Trump y Putin comparten ambiciones grandes además de personalidades afines.
Trump y Putin comparten ambiciones grandes además de personalidades afines. / EFE
Federico Hernández Aguilar

18 de agosto 2025 - 17:58

San Salvador/Los fanáticos del presidente Donald Trump quisieran verlo subir a un podio, en Oslo, para recibir el Premio Nobel de la Paz. Los seguidores de Vladimir Putin, el autócrata ruso, desearían verlo entrar a la capital de Ucrania, Kiev, a la cabeza de un desfile de victoria militar, cobijado por el aplauso del mundo. Aunque es difícil imaginar que ambos escenarios puedan darse en la realidad, algo tienen en común estos dos grupos de admiradores: conocen muy bien las metas fijas que persiguen sus respectivos líderes políticos.

Trump y Putin comparten ambiciones grandes además de personalidades afines. Tienen claros sus objetivos, han aprendido a enviarse señales y saben perfectamente que la única forma en que ambos podrían salir beneficiados de la guerra en Ucrania es logrando la imposible cuadratura del círculo. Pese a ello, la reciente reunión que sostuvieron en Alaska marca un hito interesante en términos de estrategia política, pues pareciera que tanto el estadounidense como el ruso siguen teniendo razones para encontrarse, estrecharse las manos, hacer a un lado exabruptos, sentarse a dialogar por tres horas y ofrecer declaraciones ambiguas.

Los seguidores de Vladimir Putin, el autócrata ruso, desearían verlo entrar a la capital de Ucrania, Kiev, a la cabeza de un desfile de victoria militar

La última vez que Putin había estado en suelo americano fue con motivo de la 70ª sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, en el mes de septiembre de 2015. El presidente de EE UU era Barack Obama y el enfriamiento entre Washington y Moscú había escalado luego de la ilegal anexión rusa de Crimea el año anterior.

En aquel momento, hace diez años, Putin subió a la tarima de la ONU para declararse un firme aliado de la organización en la búsqueda de la paz y para enfatizar en el gran papel que su país podía jugar en equilibrar los pesos y contrapesos planetarios. Con la excepción de su invitación a crear una alianza internacional contra el entonces temible Estado Islámico, muchas de las cosas que dijo ese día en Nueva York podrían copiarse y pegarse en su discurso actual.

La retórica de Putin, pues, no ha cambiado; tampoco su forma de promocionar el régimen que encabeza ni la exagerada fuerza que atribuye a la participación concreta de la Federación Rusa en el contexto global. Hasta casi ayer, y desde aquel lejano 2015, apoyaba con palabras y acciones al dictador de Siria, Bashar al-Asad, considerándolo un aliado contra el extremismo islámico; hoy solo pretende que se acceda a su forma de entender la paz en esa parte de Europa que le importa, es decir, esperando que la comunidad internacional considere la toma de Crimea como un preámbulo de la invasión a Ucrania que intentaría en febrero de 2022.

“Si no me detuvieron en 2014, cuando me apropié con frescura de Crimea, ¿por qué seguirme impidiendo la invasión de toda Ucrania?”

En realidad no habría demasiado que analizar para interpretar con relativo acierto el rostro impasible de Putin. “Si no me detuvieron en 2014, cuando me apropié con frescura de Crimea, ¿por qué seguirme impidiendo la invasión de toda Ucrania?”, parecía estarle diciendo a su homólogo Trump, quien por cierto aterrizaba en la base militar de Anchorage para discutir, supuestamente, el fin del conflicto en ese antiguo país de la órbita soviética.

La cumbre en Alaska significaba para el presidente de EE UU una ocasión de oro para exhibir sus dotes de pacificador. Se esperaba que su presión a Rusia tuviera el efecto persuasivo e intimidante que él siempre cree ejercer sobre otros líderes mundiales. Incluso mandó que siete bombarderos B-2 –del mismo tipo de aviones furtivos que se usaron contra las instalaciones nucleares en Irán, en junio pasado– sobrevolaran la reunión en Anchorage, en un claro despliegue de poder.

Mientras Putin hablaba en términos amigables, las alarmas en Kiev sonaban por posibles ataques de misiles rusos

Ni así. Putin llamó a Ucrania una “nación hermana” y agregó que todo lo que está pasando entre ellos “es una tragedia y nos duele”. Pero mientras hablaba en estos términos tan amigables, las alarmas en Kiev sonaban por posibles ataques de misiles rusos. Tras retomar su discurso en torno a las “causas fundamentales” que justifican la invasión militar a la “nación hermana”, el líder ruso completó la imagen con una frase incomprensible: “La seguridad de Ucrania debe ser asegurada ciertamente, y estamos listos para trabajar en ello”.

Ni siquiera un ilusionista de las palabras como Donald Trump se atrevió a ahondar en el significado de semejante nota al pie. El mandatario estadounidense aseguró que informaría a la Otan y al presidente ucraniano Zelenski sobre el estado del proceso, después de lo cual prefirió cambiar el rumbo de su alocución hacia los “tremendos representantes empresariales rusos” con los que se reuniría. Evidentemente, las cuestiones económicas nunca dejan de estar sobre el tablero.

El tan ansiado acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania no se mencionó por su nombre

Hubo referencias a una cumbre “extremadamente productiva”, a retomar las conversaciones pronto –“en Moscú”, vaticinó el ruso, tal vez en broma– y a pretendidos “avances” que nadie hizo el favor de precisar. En todo caso, el tan ansiado acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania no se mencionó por su nombre, pese al tono amenazante que Trump había usado ante el expansionismo de Putin. Los periodistas presentes y el resto del planeta nos quedamos sin respuestas.

Luego Washington ha “sugerido” a Zelenski que ceda a los chantajes de Putin, algo que envía nuevos mensajes confusos sobre el trasfondo del papel negociador que Trump juega en esta trama. Sea lo que sea, en Alaska no parece haberse implantado una bandera de paz, sino el alargamiento de una guerra trágica y estéril.

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