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Claves para entender una gira de urgencia de Miguel Díaz-Canel

Fue un viaje en busca de mecenas, un "pase de sombrero" para lograr un respiro económico a la tensa situación que vive la Isla

Díaz-Canel no optó por visitar mercados más cercanos o jugosos, en parte porque no está buscando contratos sino limosnas. (EFE)
Yoani Sánchez

13 de noviembre 2018 - 16:09

Lima/Si no fuera por las dos paradas de tránsito, una en París y otra en Londres, que hizo Miguel Díaz-Canel durante su primera gira oficial al frente del Gobierno cubano, el mapa de su recorrido se reduciría a un grupo de países que comparten afinidades ideológicas y que son, para la Plaza de la Revolución, viejos aliados de perdidas batallas políticas.

En "el mundo según Díaz-Canel" solo existen tan pocas naciones como dedos tiene una mano, Moscú se ubica a unos pocos kilómetros de La Habana y tanto las Américas como Europa han desaparecido del mapa. Es un planeta labrado en la geología del autoritarismo y creado a voluntad de todopoderosos partidos, una tierra donde apenas crece la frágil hierba de la democracia.

Durante su periplo por ese orbe reducido, el ingeniero de 58 años fue recibido oficialmente por mandatarios de cinco países: Rusia, China, Corea del Norte, Vietnam y Laos. El viaje generó abundantes declaraciones de "total apoyo y solidaridad" entre los gobernantes, varias visitas a mausoleos con restos de polémicos líderes y la firma de algunos acuerdos comerciales y de cooperación.

Acuerdos o firmas para intercambios no han faltado, pero apenas han salido créditos o donaciones después de tantos apretones de mano

Esto último parece ser el meollo de tanto ajetreo, porque más allá de la parafernalia oficial, el recorrido estuvo marcado por la urgencia y empujado por el desespero de un mandatario al frente de una nación en bancarrota. Fue un viaje en busca de mecenas, un "pase de sombrero" para lograr un respiro económico a la tensa situación que vive la Isla.

La envergadura de los acuerdos logrados en este recorrido y su impacto en la economía solo podrán comprobarse en los próximos meses, pero tras los titulares de Granma ya puede leerse que los compañeros de ruta no han sido muy benévolos. Acuerdos o firmas para intercambios no han faltado, pero apenas han salido créditos o donaciones después de tantos apretones de mano, más allá de haber obtenido 60 proyectos de inversión y un crédito de 50 millones de dólares para comprar armas.

Con la productividad por el suelo, un turismo extranjero que no llegará a los 5 millones de visitantes prometidos y la morosidad de los inversionistas que no se entusiasman por comprar el pastel cubano, La Habana tiene una acuciante falta de liquidez que profundiza los problemas cotidianos. Sin embargo, a pesar de esa tensa situación, Díaz-Canel no optó por visitar mercados más cercanos o jugosos, en parte porque no está buscando contratos sino limosnas.

Además del auxilio y los donativos, el viaje tuvo como objetivo reafirmar el concepto de "continuidad" que se ha convertido en la piedra angular del gobernante. Tranquilizar a quienes, como Kim Jong-un, podrían temer que de la mano de un dirigente más joven, La Habana emprendiera reformas económicas y políticas que le permitan estrechar lazos con Washington, Bruselas y otros gobiernos democráticos.

Un tercer motivo para emprender esta "ruta de la complicidad" ha sido incomodar a Estados Unidos y hacer ver a la Unión Europea que no es una prioridad en la agenda cubana

Para todos ellos el mensaje fue claro. Nada se mueve en la política de la Isla sin el consentimiento del Partido Comunista y el cambio generacional está "atado y bien atado". Con ese mantra, el castrismo tardío intenta renovar los apoyos que le brindan estas cinco naciones en los foros internacionales, tras la crisis en la que han caído entidades regionales como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

Un tercer motivo para emprender esta "ruta de la complicidad" ha sido incomodar a Estados Unidos y hacer ver a la Unión Europea que no es una prioridad en la agenda cubana. De paso, tirar la puerta a las administraciones latinoamericanas que creyeron que sin un Castro en el poder el diálogo sería más fácil con la Isla. Al preferir no viajar por los países de la zona, el gobernante cubano ha mostrado su poco talante regional y su menosprecio por las naciones más cercanas.

Ahora, una vez concluida esta gira de la necesidad y de la miopía ideológica, queda esperar por los beneficios reales que tendrá en la vida cotidiana. Los millones de dólares acordados en intercambio son apenas una gota en un océano de necesidades y es poco probable que disuadan a quienes planifican escapar de la Isla. Esos miles de cubanos que cada año ponen rumbo hacia países que no están incluidos en el reducido mundo que prefiere Miguel Díaz-Canel.

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