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Candil en el mundo, oscuridad en casa

El patriarca ruso Kiril este jueves en el aeropuerto de La Habana. (EFE)
Mario Félix Lleonart

12 de febrero 2016 - 11:15

La Habana/Un encuentro histórico en el ámbito del debate interreligioso mundial tiene lugar en Cuba: el papa Francisco, jefe de la Iglesia católica, y Kiril, patriarca de la Iglesia ortodoxa de Rusia, se reúnen este viernes en La Habana. No se trata de una simple parada del popular papa latinoamericano que aprovecha un viaje pastoral a México para detenerse antes de llegar a su destino y saludar a su homólogo de la Iglesia rusa. Asistimos a una cita en el camino de dos tendencias de fe milenarias que después del cisma ocurrido siglos atrás se detienen a dialogar.

Mientras este acontecimiento tiene su escenario en la Isla, otros hechos, provenientes de las entrañas mismas de la nación cubana, escandalizan a cualquier persona de buena voluntad, creyente o no creyente, interesada de veras en el respeto genuino a las libertades religiosas. Contrasta la hospitalidad con la que los pastores de Rusia y de Roma pueden sentarse a conversar en Cuba, como si se tratase de su propia tierra, y la imposibilidad de que pastores cubanos puedan hacer lo mismo.

Desde 2014, cuando fue demolido el templo de la iglesia Restableciendo el Reino de Dios, en Santiago de Cuba, liderada por Marco Antonio Perdomo, las veinte agrupaciones afiliadas en Cuba a la Coalición Internacional Apostólica, no solo se encuentran condenadas a la ilegalidad, sino que se hallan en literal estado de sitio.

Los primeros cuarenta días de 2016, que precedieron el paradigmático y elitista encuentro patriarcal de La Habana, han sido particularmente preocupantes, especialmente en el interior del país. El primer viernes de enero fueron demolidos dos templos de la red Fuego y Dinámica, uno en Camagüey, liderado por el pastor Bernardo de Quesada Salomón, autor del polémico libro En el ojo del huracán; y otro en Las Tunas, pastoreado por Juan Carlos Nuñez. El primer viernes de febrero sufrió igual intolerancia, otra vez en Santiago de Cuba, el templo de la iglesia pastoreada por Alain Toledano Valiente. Otros muchos lugares de culto de estas denominaciones están amenazados y pueden correr igual suerte como parte de esta cacería de brujas.

Contrasta la hospitalidad con la que los pastores de Rusia y de Roma pueden sentarse a conversar en Cuba, como si se tratase de su propia tierra, y la imposibilidad de que pastores cubanos puedan hacer lo mismo

Por más que los heterodoxos grupos apostólicos cubanos puedan parecer distantes de las ortodoxas iglesias milenarias de Roma y Moscú, también existen y merecerían el mismo respeto que aquellas si Cuba fuera un auténtico Estado laico, que no dicta en materias de fe religiosa, ni diferencia, como parece ser el caso, entre una manera de creer herética o universal. De esto debían estar informados sus santidades de las Iglesias de Roma y Moscú, ejemplos paradigmáticos de un diálogo interreligioso que está poniendo fin a siglos de controversias.

Confundido por la propaganda divisiva de la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que instiga odios religiosos a nivel nacional mientras dice favorecer el diálogo interreligioso en el plano internacional, un colega pastor bautista me sugirió que hiciese "de la vista gorda" ante tales violaciones, puesto que ese no era nuestro problema. No puedo comprender tanta ausencia de misericordia ante la violación al derecho ajeno, tan distante de la esencia misma del cristianismo y de las propias enseñanzas de Jesús, defensor hasta de los despreciados grupos de herejes samaritanos frente el establishment religioso judío.

Este criterio está también alejado del identificativo principio bautista de la libertad de conciencia, del derecho a creer o a no creer, o a hacerlo de la manera que se entienda. Aun así, puedo ser capaz de rumiarlo si proviene del confuso criterio de un "cura de aldea" como yo, pero no de los grandes padres de religiones organizadas con tanto reconocimiento histórico y global como lo son los patriarcas de Roma y Moscú.

Por ello, espero que Francisco y Kiril no me defrauden y demuestren durante su cita histórica hasta dónde puede llegar un genuino, incluyente y totalmente abierto dialogo interreligioso de magnitudes macroecuménicas; y demuestren también que son capaces de promover el diálogo interreligioso que tanto necesitamos a nivel nacional. Es además una oportunidad para que expresen su solidaridad hacia los grupos religiosos ahora mismo excluidos en su propia tierra.

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