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Mipyme or not mipyme

Pocas cosas han quebrado tanto la aparente unidad del régimen como las susodichas micro, pequeñas y medianas empresas

Una de las campañas del castrismo contra los negocios privados, en este caso los bares. (Archivo)
Yunior García Aguilera

09 de agosto 2023 - 21:10

Madrid/Nadie odiaba más los negocios privados en Cuba que Fidel Castro. En su discurso de 1968, donde anunció la Ofensiva Revolucionaria, llamó a los propietarios vagos, parásitos, explotadores, privilegiados y holgazanes. Poseído por su propia sombra, lanzó toda su bilis contra los 955 bares privados que aún existían en La Habana. Según su "detallado" informe, el 72% de los dueños tenía una actitud contrarrevolucionaria y el 66% de su clientela habitual estaba compuesta por antisociales.

Con aquel tono sobreactuado y carnavalesco, vociferaba el comandante: "¡Señores, no se hizo una revolución aquí para establecer el derecho al comercio! (...) ¿Vamos a hacer socialismo o vamos a hacer timbiriches?". Enfatizaba, además, que nadie había derramado su sangre para que otros se ganaran unos pesos vendiendo ron, huevos fritos o tortilla. Y fue mucho más directo cuando profetizó: "No tendrán porvenir en este país ni el comercio, ni el trabajo por cuenta propia, ni la industria privada, ni nada. Porque el que trabaja por cuenta propia que pague entonces el hospital, la escuela, lo pague todo, ¡y que lo pague caro!". Su ofensiva se proponía arrancar el capitalismo de raíz, al parecer, para siempre.

Sin embargo, tras la caída del socialismo real y la crisis de los 90, el líder comunista se vio obligado a permitir, mordiéndose el hígado, pequeñas iniciativas privadas. Este "mal necesario" sería visto como algo temporal, aunque las paladares (restaurantes privados) le sostendrían el pulso en una guerrita por sumar o eliminar capacidades, como si se tratara del juego de las sillas.

Tras la caída del socialismo real y la crisis de los 90, el líder comunista se vio obligado a permitir, mordiéndose el hígado, pequeñas iniciativas privadas

Su hermano menor, poco después de heredar el trono, sería consciente de que su poder de hipnosis no era tan efectivo como para seguir entreteniendo a las masas en absurdas batallas de ideas. El general lampiño necesitaba con urgencia que la economía saliera del pantano, o que al menos aparentara intentarlo. Y para no exasperar al sector ultra-fidelista del partido, decidió utilizar la palabra "actualización" en lugar de "reforma".

No obstante, los "yo-soy-fidel" más rancios no se quedaron callados. ¿A quién se le ocurre que el socialismo pueda salvarse con más capitalismo? Iroel Sánchez, castrofílico compulsivo, recordaba a su gurú con tono apocalíptico: "Esta Revolución puede destruirse (...), nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra".

Lo cierto es que pocas cosas han quebrado tanto la aparente unidad del régimen, como las susodichas mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas). Cualquiera que tenga estómago como para acercarse a los grupos de "debates revolucionarios" que pululan en las redes, podrá percatarse de cómo se han polarizado las opiniones al respecto entre los que dicen apoyar al sistema. El iroelista Javier Gómez Sánchez, decano de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, se quejaba así en su muro de la privatización de Jalisco Park: "Para colmo dicen que lo van a inaugurar el 26 de julio. (...) ¿No tienen vergüenza? ¿Hasta dónde van a llegar? ¿Qué será lo próximo? ¿La privatización del Coppelia?".

Por mi parte, sin dejar de ser consciente de todos los fenómenos que rodean a las 'mipymes', defiendo la libertad para intentar emprendimientos

La casta burocrática cubana siempre ha visto con reconcomio que aquellos a quienes llaman "burgueses emergentes" les arrebaten sus privilegios. Pero para que no suene a envidia, procuran mostrarse como tenaces custodios de la fe en Marx, Lenin y Barba Papá. Defienden la tesis de que McDonald's y Coca-Cola son más letales que la armada estadounidense, alertan sobre los peligros de la política de la zanahoria y el soft power. Se resisten a reconocer que la idea del socialismo como fase previa del comunismo ha muerto y su cadáver se expone en los supermercados del capitalismo chino.

Ahora, ¿es suficiente el libre mercado para alcanzar la democracia? Sabemos que no. Cuando he discutido este tema con algunos entendidos europeos, casi siempre me dicen: Cuba no es China, Cuba no es Vietnam. Pero no hay que mirar tan lejos para comparar. Basta con ver lo que ocurre en Venezuela y Nicaragua para entender que la existencia de empresas privadas no es suficiente para erradicar el totalitarismo.

En ciertas zonas del exilio y la oposición también hay diferencias con respecto a las empresas privadas en Cuba, aunque a veces encontramos más consignas y teorías conspiranoicas que argumentos. Por mi parte, sin dejar de ser consciente de todos los fenómenos que rodean a las mipymes, defiendo la libertad para intentar emprendimientos, incluso allí, donde la LIBERTAD está por conquistarse.

Me resisto a coincidir con los ultra-fidelistas. Y es que... tanta aversión sentía Fidel hacia los negocios privados y tanto se esforzó en aniquilarlos, que probablemente no murió de un catarro, como dicen; quizá lo mataron las mipymes.

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