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Prensa oficial: triunfalismo, listas negras y autocensura

Venta de prensa. (Luz Escobar)
Yoani Sánchez

22 de agosto 2014 - 08:00

La Habana/Suena el teléfono y es una amiga que trabaja en un medio de prensa oficial. Está contenta porque le han publicado un artículo donde arremete contra la burocracia y la corrupción. La joven terminó la universidad hace apenas dos años y ha sido ubicada en un medio digital que trata temas culturales y sociales. Tiene la ilusión del recién graduado, y cree poder hacer un periodismo objetivo, cercano a la realidad y que ayude a mejorar su país.

Mi amiga ha tenido algo de suerte, pues ejerce esa profesión en un momento en que los medios nacionales intentan reflejar más de cerca los problemas de nuestra sociedad. El periodismo oficial vive una apocada Glasnost, 25 años después de similar proceso en la Unión Soviética. Si aquel intento de "transparencia informativa" estuvo promovido por la Perestroika, en la Isla ha sido empujado por los Lineamientos del Sexto Congreso del Partido Comunista. Se repite de esa forma el esquema de impulsar –desde arriba– una prensa más objetiva y menos triunfalista. El mismo poder que contribuyó a crear periódicos laudatorios, ahora los insta a pasar del aplauso a la crítica. Pero no es tan fácil.

El pecado original de la prensa oficial es que no es prensa, sino propaganda. Surgió para sostener ideológicamente el modelo político-económico y no puede desprenderse de esa génesis. Los primeros pasos en la conformación de los actuales medios nacionales siempre incluyeron un acto de fe en la Revolución. Es, además, financiada enteramente por el Gobierno, lo que condiciona más aún su línea editorial. Vale la pena aclarar que los medios oficiales no son rentables, o sea, no generan ingresos ni siquiera para sostener sus tiradas o transmisiones. De ahí que funcionen con subsidios que se toman de las arcas nacionales. Todos los cubanos sustentamos al diario Granma o Juventud Rebelde, el canal Cubavisión o la emisora Radio Reloj... nos gusten o no nos gusten.

Por otro lado, la prensa oficial está estructurada de manera que no pueda escaparse nada en la plana de los periódicos ni ante los micrófonos de la televisión o la radio que no haya sido previamente inspeccionado. Sus estrictos elementos de supervisión la caracterizan.

Arquitectura del control

Mi amiga se enfrenta al menos a cuatro fuertes mecanismos de censura con los que debe lidiar cada día y que pocas veces logra evadir con éxito. Cuba ha llegado a tener uno de los métodos más sofisticados de supervisión de la información en todo el mundo. En el más alto lugar de esa arquitectura del control se encuentra el Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR), entidad perteneciente al Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Un grupo de personas –designadas por su fidelidad ideológica– analiza todo el contenido periodístico que se publica en el país y a partir de esa observación traza seguimientos sobre ciertos temas y autores.

El DOR también es el responsable de confeccionar el llamado "plan temático" en el que se programa los temas que tocará la prensa en Cuba en un determinado plazo de tiempo y con qué intensidad deben ser abordados. En estos momentos, por ejemplo, basta mirar la televisión nacional para descubrir que hay una intencionalidad marcada de mencionar con optimismo las obras del Puerto del Mariel, el turismo extranjero y la producción agrícola.

El mismo poder que contribuyó a crear periódicos laudatorios, ahora los insta a pasar del aplauso a la crítica

No solo los temas políticos o de relaciones internacionales pasan por ese filtro. El control incluye también la música que se difunde en las estaciones de radio, así como los vídeos musicales, telenovelas o programas de contenido científico que transmite la televisión. Las llamadas listas negras de cantantes o artistas prohibidos en los medios nacionales parten justamente del DOR. Ese fenómeno tan penoso y prolongado ha venido cediendo en los últimos años, más por las presiones sociales que por un sincero proceso de autocrítica en los censores.

Los máximos representantes de los órganos de prensa deben reunirse regularmente con "los compañeros del DOR" para comprobar que se haya cumplido el plan de temas decididos desde arriba. Pero ahí no termina la influencia de esta entidad. Los directores de periódicos y los jefes de páginas o de espacios especializados sólo pueden nombrarse con la anuencia de este departamento, quien en muchos casos es el que coloca en el cargo a la persona. Esto se extiende a los órganos nacionales, provinciales, estaciones de radio municipales y revistas especializadas. La Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana también recibe atención directa del Departamento de Orientación Revolucionaria quien controla sus programas de estudio e interviene en el proceso de selección de los nuevos ingresos. Nada se mueve en la prensa cubana sin que esa atalaya de la censura lo detecte.

Promocionar los resultados positivos

Otro mecanismo de control que atenaza a la prensa oficial es el que imponen las instituciones y ministerios. Desde el departamento de divulgación de estas entidades se alienta a los periodistas a que promocionen los resultados del sector que cubren. Solo con la autorización de estos organismos del Estado, el informador puede acceder a oficinas, archivos, reuniones de balance, conferencias de prensa, el interior de una fábrica, un cultivo o un centro docente.

Nada se mueve en la prensa cubana sin que esa atalaya de la censura lo detecte

De ese segundo filtro de control que colocan las instituciones nace un tipo de periodismo que ha hecho mucho daño a la sociedad cubana. Aquel cargado de triunfalismo, cifras infladas y "todo está perfecto". Se ha abusado tanto de esta seudoinformación, que el humor popular está lleno de chistes contra ella. Como aquel que cuando va a comenzar el noticiero la gente coloca una bolsa bajo el televisor para recoger las viandas que aparecen en el reportaje, pero que nunca llegan a la realidad.

Los periodistas que trabajan un tema en específico, ya sea agrícola, salud pública o educación, son evaluados periódicamente y se tiene en cuenta el informe del ministerio correspondiente. Una buena evaluación generará estímulos morales y materiales, mejorías salariales, promociones y hasta posibles distinciones. Esta práctica aúpa el oportunismo, además de acomodar al informador en la postura "mejor no me meto en problemas, si aquí estoy bien". Hay sectores que resultan muy atractivos de cubrir, como el turismo, porque incluyen regalos, invitaciones a comer en restaurantes de hoteles y hasta un fin de semana con gastos pagados en un centro turístico.

Vigilancia en los pasillos

El tercer mecanismo de control produce miedo de solo pronunciar su nombre. Lo realiza el Ministerio del Interior en cada órgano de prensa. Todo diario, emisora de radio, canal de televisión o periódico de provincia tiene una o varias personas que se ocupan de "atender" la seguridad del centro. A ese departamento le corresponde investigar las actividades extraprofesionales de cada reportero, fotógrafo o diseñador gráfico. Vigilan lo que se comenta en los pasillos, supervisan las preguntas que le ha hecho el periodista a un entrevistado –sobre todo si es extranjero– y si tiene contactos con la oposición o el periodismo independiente.

El mecanismo de control más sofisticado

En caso de que mi amiga logre pasar esos tres mecanismos de control sin que le borren una línea o le prohíban un trabajo, todavía le quedará superar el más eficiente y sofisticado de todos. Se le llama de manera eufemística autocensura y no es más que el resultado de la presión ejercida sobre el comunicador por los instrumentos de control y castigo.

Calla ciertos temas, para “no darle armas al enemigo” o porque “solo se pueden hacer críticas constructivas”

La autocensura funciona como una barrera psicológica y se expresa en las omisiones que hace cada periodista para pisar terreno seguro y no acercarse al límite de lo permitido. Sin embargo, la víctima de la autocensura no siempre lo ve así, más bien justifica su actitud. Para un comunicador de la prensa oficial que cree en el sistema, es un acto de militancia política, una cuestión de fe. Por eso calla ciertos temas, para "no darle armas al enemigo" o porque le han hecho creer que "solo se pueden hacer críticas constructivas". Los periodistas llegan a pensar que si cuestionan la política migratoria, el monopartidismo y la intolerancia política en el país, estarán haciendo más daño que beneficio.

El profesional que acepte y pase con éxito esos cuatro filtros de censura y control podrá llamarse redactor, componedor de frases, mecanógrafo, propagandista... pero nunca periodista.

Quizás un día mi joven amiga me llame, no para decirme que ha logrado colar un texto en un medio oficial, sino para contarme su decisión de pasar al periodismo independiente. Asumirá nuevos retos y problemas, pero será mucho más libre.

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