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¿Capitalismo brutal? ¿En serio?

Cartas de lectores

Entonces, ¿cómo llamar al sistema que encadena conciencias y castiga la dignidad?

Hay quienes terminan amando el yugo, justificándolo, repitiendo el discurso de sus opresores como una oración vacía. / 14ymedio
Jorge L. León

30 de julio 2025 - 06:54

Houston (Texas)/Desde algún rincón de la Cuba empobrecida, un vocero del régimen, de esos que confunden consignas con pensamiento, gritó con desdén: “¡Váyanse para el capitalismo brutal, a respirar violencia y a ser esclavos del capital!”

No pude menos que sonreír. No por el insulto en sí, sino por la ignorancia que destila. Porque quien así se expresa, lo hace desde una prisión ideológica, en nombre de una igualdad ficticia que solo reparte miseria, miedo y silencio. Y lo peor: lo hace repitiendo palabras que no ha vivido, describiendo un mundo que no conoce.

Pero yo sí.

Mi vida en el llamado “capitalismo brutal”

Llegué a Estados Unidos a los 52 años. Sin inglés, sin padrinos, sin ventajas. Solo con una maleta de sueños y dignidad. Allá era un profesional. Aquí, nadie me debía nada. Me tocó empezar desde cero: oficios humildes, jornadas largas, esfuerzo diario. Pero había algo nuevo: libertad.

Un año después, mi esposa y yo habíamos comprado nuestra primera propiedad. ¡Qué contraste con cinco décadas en Cuba sin poder adquirir ni una bicicleta! En Texas logramos una vida sencilla pero digna: casa propia, autos nuevos, estabilidad.

¡Qué contraste con cinco décadas en Cuba sin poder adquirir ni una bicicleta! En Texas logramos una vida sencilla pero digna

Me jubilé a los 67 con una pensión modesta, pero justa. Tengo seguro médico que me cubrió una cirugía a corazón abierto y me garantiza medicamentos gratuitos. Recibo una ayuda estatal mensual. Puedo cenar fuera, pasear, escribir, vivir en paz.

No hay miedo. No hay simulación. No hay opresión. Hay vida. Hay dignidad.

¿Dónde está la brutalidad? ¿Dónde está la esclavitud? ¿Por qué llamar “brutal” a un sistema donde incluso el más humilde tiene derecho a soñar, a progresar y a envejecer con dignidad?

El otro lado: el “paraíso” socialista

Viví 52 años en Cuba. Una vida entera bajo el socialismo real. Fui profesor, y jamás pude comprar una casa, un auto o un televisor moderno. Comer era un reto; vestirse, una misión imposible. Hoy, un cartón de huevos cuesta tres veces el salario mensual. Si es que aparece.

Pero lo material no es lo peor.

Lo verdaderamente devastador es el apagón de la dignidad, la muerte de la esperanza. No hay agua. No hay transporte. No hay prensa libre. No hay elecciones. No hay internet sin censura. No hay vida privada.

Lo que sí hay: represión, miedo, vigilancia, castigo.

Te golpean por pensar distinto. Te encarcelan por marchar en paz. Te expulsan del trabajo por criticar. Te espían por escribir. Se vive entre máscaras, simulacros, hipocresías. Se obedece, se calla, se sobrevive.

Y lo más triste: hay quienes terminan amando ese yugo, justificándolo, repitiendo el discurso de sus opresores como una oración vacía.

Entonces, ¿cuál es la verdadera brutalidad?

¿Un sistema con errores, sí, pero donde puedes trabajar, crear, avanzar, protestar, elegir?

¿O un sistema donde debes fingir, temer, traicionarte y resignarte?

Yo los viví. Ambos. Y no me lo contaron.

Sufrí la miseria del socialismo cubano. Vivo la libertad del capitalismo estadounidense. La diferencia es total, abismal, irrebatible

Sufrí la miseria del socialismo cubano. Vivo la libertad del capitalismo estadounidense. La diferencia es total, abismal, irrebatible.

Por eso, cuando alguien, desde la comodidad del dogma oficialista, osa llamar “brutal” al capitalismo, solo puedo recordarle algo: Hay brutalidades que destruyen el alma, el pensamiento, la voluntad humana. Y esas son las del socialismo que ellos repiten sin vivir. Y del que yo escapé.

¿Capitalismo brutal?

No.

Brutal es mentir.

Brutal es someter.

Brutal es fingir que se es libre mientras se vive de rodillas.

Yo elegí la verdad.

Yo elegí vivir.

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