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La animación en Cuba necesita algo más que muñequitos rusos

Cultura

Tres realizadores reflexionan sobre los desafíos del sector y la urgencia de un cambio estructural 

Fotograma de 'Todo por Carlitos', de Ernesto Piña.
Yunior García Aguilera

11 de mayo 2025 - 07:51

Madrid/A raíz de las declaraciones del presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Alexis Triana, sobre los recientes acuerdos firmados con los estudios rusos Soyuzmultfilm, 14ymedio recabó los testimonios de tres destacados animadores cubanos. Todos coinciden en un punto esencial: la animación en Cuba necesita mucho más que muñequitos rusos para sobrevivir. 

Ninguno de los entrevistados cuestiona la calidad y el legado de los estudios rusos. Lo que lamentan es el desconocimiento sobre los detalles del acuerdo, más allá de lo publicado en los medios oficiales. Acostumbrados a que muchos convenios se firmen sin consultar a los creadores y que terminen beneficiando principalmente al funcionariado o al discurso político, esperan que esta vez la institución aproveche la oportunidad para revitalizar un sector que enfrenta serios obstáculos. 

Ernesto Piña es uno de los realizadores contemporáneos más influyentes de la animación cubana. Con obras como Todo por Carlitos, Eme-5, Pubertad y su reciente largometraje La Súper, ha construido un estilo propio, caracterizado por el desenfado, una visualidad alternativa y un humor criollo que mezcla influencias del clásico estilo cubano con referentes foráneos.  

“Mucha gente ha emigrado, no solo del país, sino también de los Estudios, porque la paga ya no es estimulante y la vida está muy dura”

Piña lamenta profundamente la escasez de personal calificado: “Mucha gente ha emigrado, no solo del país, sino también de los Estudios, porque la paga ya no es estimulante y la vida está muy dura”, confiesa. “Cuesta trabajo trabajar, valga la redundancia, porque hoy todo se hace de forma digital. Y aunque los apagones afectan más a las provincias, La Habana también está en jaque”. 

Sobre las condiciones materiales, es contundente: “Tenemos tecnología caduca, arcaica, casi primitiva para hacer productos más o menos decentes. También es muy escasa la participación en eventos internacionales porque el realizador no puede estar en todas, y en el Icaic hay poco conocimiento e infraestructura para colocar estos materiales en grandes plataformas o moverlos internacionalmente”. 

Desde Ourense, en Galicia (España), donde reside desde hace tres años, el realizador Adrián López Morín continúa creando animaciones. En Cuba fundó los estudios Anima, uno de los más sólidos fuera de la capital. Desde Holguín produjo cortometrajes históricos, videoclips y el mediometraje Abdala, el retorno de los señores de Xibalbá, una ambiciosa obra que combina las técnicas 2D y 3D. 

Cartel de 'Abdala, el retorno de los señores de Xibalbá'.

Para López, uno de los problemas más graves es la falta de formación profesional: “Un animador necesita de dos a cinco años de formación especializada, aprovechando sus habilidades y complementándolas con herramientas específicas. Hay animadores autodidactas muy buenos, pero son la excepción, no la regla”. 

En su estudio reclutaban egresados de la academia provincial de artes plásticas. Sin embargo, cuando se eliminó el servicio social para estos estudiantes, el flujo de nuevos talentos se interrumpió. “Un cortometraje experimental se puede hacer con cuatro gatos”, explica López, “pero si pretendes desarrollar un producto más complejo, pensado para el mercado internacional, necesitas un equipo mínimo de 15 animadores profesionales”. 

Sobre la tecnología, López es claro: “Hasta para la animación tradicional hace falta papel, y eso también escasea. Nosotros hacíamos dibujos animados con máquinas de secretarias. Para meterte en un proyecto 3D necesitas tarjetas RTX de Nvidia o computadoras con más de 32 GB de RAM. Otro tema son las licencias de software y sus precios. No sé cuánto influye el embargo tecnológico, pero hay un miedo institucional a invertir en algo que parece muy costoso”. 

Para él, la sostenibilidad es otro escollo fundamental: “¿Cómo aplicar el merchandising en un país como Cuba? ¿Cómo lograr que esos productos sean rentables? ¿Cómo superar el prejuicio contra lo comercial? El cine de autor es genial, pero no todo el mundo es Juan Padrón”, remata. 

Uno de los creadores más prolíficos de la actualidad es Vladimir Emilio García Herrera. En 2024, su cortometraje Chimbe fue premiado en los TAL (Premios de Televisión de América Latina). Aunque ha trabajado con el Icaic y la televisión cubana, ha optado por la independencia con su proyecto VLAstudio - Laboratorio de Animación. Lejos de la autocomplacencia, García ha aprovechado su reciente visibilidad para ser crítico con el estado del sector: “La animación en Cuba está en un estado caótico. Tenemos un gran legado que está a punto de perderse”, afirma. 

Cartel de 'Chimbe', de Vladimir Emilio García Herrera.

En medio de un apagón –inusualmente breve– García reflexiona: “Este trabajo requiere que no se vaya la luz. Coincido con que hacen falta tecnología y formación especializada, porque no se trata solo de producir más, sino de hacerlo con calidad y crear materiales competitivos”. También denuncia la cultura de la precariedad: “Hay colegas que, por miedo a no poder realizar sus obras, negocian cada vez menos presupuesto. Y eso va marcando negativamente el producto, condicionando la simplicidad de los proyectos”. 

Los últimos años han estado marcados por tensiones crecientes entre los realizadores y las instituciones culturales. Al deterioro general de las condiciones de vida se suman la cancelación de eventos, la censura, el éxodo de talento, la obsolescencia tecnológica y una estructura que sigue desconfiando del mercado, sin hallar mecanismos efectivos para distribuir o monetizar la producción audiovisual.  

Más allá de las promesas del presidente del Icaic, los animadores siguen creando. Sin embargo, coinciden en lamentar el poco avance en Cuba de herramientas tan útiles como la inteligencia artificial. “La IA llegó para quedarse, y ni Hayao Miyazaki puede contra eso”, sentencia Piña. 

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