Hoteles medio vacíos y restaurantes desiertos, Varadero se desangra
Turismo
Muchos trabajadores vuelven a sus ciudades de origen, Cárdenas y Matanzas, para buscar alternativas fuera del sector turístico
Varadero/En los años 90, en medio del llamado Período Especial, el régimen cubano apostó por el turismo internacional como tabla de salvación para su economía socialista tambaleante. La península de Hicacos, más conocida como Varadero, se transformó en pocos años en el emblema del nuevo modelo económico: hoteles todo incluido, ron, tabaco y una oferta turística low-cost que atrajo principalmente a cadenas hoteleras españolas.
Pero del auge solo queda el recuerdo. Tras el golpe de la pandemia de covid-19, Varadero vive su peor crisis en décadas. La caída del turismo ha dejado hoteles medio vacíos, calles desiertas y miles de trabajadores al borde de la subsistencia.
“Después del covid tuvimos que reinventarnos”, dice María Carla, empleada del restaurante Floridita de Varadero desde hace 30 años. “Siempre hubo altibajos, pero nada como estos últimos cinco años. Los hoteles todo incluido nos han afectado mucho: los turistas ya no salen del hotel, dejan una propina dentro para asegurarse un buen servicio y se van sin pisar una tienda o restaurante fuera del complejo”.
María Carla recuerda con nostalgia los días en que la ciudad era un hervidero. Hoy, salvo por algunos puntos frecuentados por locales, como la cervecería de la calle 43 o la bolera de la 45, “Varadero parece un desierto”. Muchos trabajadores están regresando a Cárdenas y Matanzas, sus ciudades de origen, para buscar alternativas fuera del sector turístico.
Durante la década pasada, la prensa oficialista presumía de haber superado los cuatro millones de turistas anuales, de los cuales más de un millón habrían llegado a Varadero. Pero esa cifra ha sido cuestionada incluso desde dentro.
“En Radio 26, donde trabajé, todo el mundo sabía que los números eran inflados”, cuenta un ex técnico de la emisora provincial. “Cada diciembre decían que se había alcanzado el millón de visitantes, aunque todavía faltaba para llegar a esa cifra”.
La competencia también ha hecho su parte. Punta Cana, Cancún, Puerto Rico, Isla Margarita y Bahamas ofrecen infraestructuras modernas y mejor servicio. La comparación es humillante.
“Los hoteles aquí parecen campismos”, dice Anthony, trabajador del bufet del hotel Los Delfines. “Camarones y langosta casi no se ven. Y si entran, los trabajadores peleamos por ellos. El salario no alcanza, y el turista que viene, cuando ve goteras, inodoros sin tapas o filtraciones cuando llueve, no deja propina. Si no me crees, pasa por el Cuatro Palmas en un día de lluvia”.
“Los hoteles aquí parecen campismos”
Con amargura, Anthony recuerda una semana que pasó en un hotel modesto de Punta Cana: “Ese, si estuviera en Varadero, estaría entre los diez mejores”. No le sorprende que las cadenas estatales Cubanacán, Gaviota e Islazul estén recurriendo cada vez más al turismo nacional.
“Es el tercer año que venimos con la familia”, cuenta Elena, habanera residente en Marianao. “Mi esposo y yo trabajamos duro y nos damos este lujo. Pero se nota el bajón en el servicio y las ofertas. Aun así, lo pasamos bien. Aunque cada año pensamos que será el último. Solo tres días en un hotelito de tres estrellas nos cuesta más de 100.000 pesos… y con eso comemos varios meses en casa”.
Para muchos matanceros y cardenenses, Varadero no es solo una playa, es el sostén de sus hogares. Cada propina, cada bolsa de viandas o sobrante de hotel termina en sus casas. “Si Varadero está bien, Matanzas está bien”, se repite como un mantra entre quienes viven de lo que “baja del cayo”.