Con mejor calidad, el sector privado acabó con el monopolio estatal sobre los uniformes escolares
Comercio
A diferencia de la venta racionada, es posible adquirir cuantas piezas se puedan pagar
La Habana/Cansadas de las largas colas, las tallas que faltan y la pésima calidad de la tela, las familias cubanas optan, cada vez más, por comprar los uniformes escolares en el sector privado o en el extranjero. La apertura de Figuera, una tienda particular que comercializa estos atuendos en La Habana, acelera la pérdida de terreno del Estado en un nicho comercial que, hasta hace poco, era un monopolio oficial.
Ubicados en el céntrico Paseo del Prado, en el Salón Smara de la Unión Árabe de Cuba, el comercio y su taller recibían este lunes a clientes en busca de los ansiados uniformes. La firma también ofrece indumentaria empresarial y aunque sus empleados reconocen que no tienen disponibles todas las tallas, se pueden encargar con antelación y las costureras las producen.
A diferencia de la venta racionada, en Figuera es posible adquirir cuantas piezas se puedan pagar
Una fila de una docena de personas esperaba a las afueras del taller para encargar o recoger el atuendo del próximo curso escolar. No llevaban en las manos ningún documento que atestiguara, con cuño y membrete de alguna dependencia del Ministerio de Educación, que estaban autorizados a comprar. A diferencia de la venta racionada, en Figuera es posible adquirir cuantas piezas se puedan pagar. Se aceptan desde pesos cubanos, pasando por dólares hasta transferencias por Zelle, el sistema de pago instantáneo estadounidense muy popular entre los comerciantes de la Isla.
Tampoco hay empujones en la fila, ni gente gritando porque alguien se ha colado ni alaridos porque se anuncia el fin de alguna talla muy buscada. Todo transcurre con tranquilidad porque la clientela ya está filtrada por estatus económico. A diferencia de la venta subvencionada, los precios en Figuera nada tienen que ver con la realidad de los salarios. Justamente este ha sido uno de los últimos sectores comerciales en tener ofertas privadas porque el Gobierno ha querido por décadas evitar que las diferencias sociales se expresen en el ámbito docente.
En un país donde el uniforme escolar, según el nivel, es idéntico en cada provincia, municipio y aula, la pérdida del monopolio en su venta no es una cuestión menor. El propio Fidel Castro diseñó la indumentaria de algunos grados escolares y por décadas se penalizaba el uso de blusas o camisas que, aunque similares a las reglamentarias, dejaran ver alguna marca o señal de que estaban confeccionadas de forma privada o habían sido importadas desde el extranjero.
El propio Fidel Castro diseñó la indumentaria de algunos grados escolares
Pero la crisis económica y la incapacidad del Estado de satisfacer la demanda han ido transformando el panorama y marcando los contrastes entre quienes pueden tener un uniforme nuevo cada septiembre y los que están obligados a reutilizar el del curso anterior o rehacer la única talla que alcanzaron para ajustarla a su cuerpo.
"Cuando yo estudié la única manera de comprar un uniforme era por la canalita de las tiendas estatales", recuerda a las afueras de Figuera un padre que este lunes llegó con sus hijos, dos jimaguas que el próximo curso entrarán en la secundaria. "Recuerdo que en la adolescencia di un estirón y tuve que ir todo el curso con los pantalones que me quedaban cortos porque había que esperar a que te dieran un papel para poder comprar los próximos y solo lo entregaban después de las pruebas finales".
La venta de los uniformes escolares comienza en la Isla habitualmente entre mayo y junio, pero en los últimos años la fecha se ha ido retrasando debido a la falta de materias primas. Su comercialización empieza ahora a finales de julio y está marcada por las largas filas y los problemas con las tallas. Los trabajadores de las fábricas deben prolongar sus jornadas laborales para esas fechas y así intentar confeccionar los cerca de 1,5 millones de uniformes previstos para más de mil centros docentes.
En el taller textil de Figuera cuentan con siete trabajadores, seis son mujeres en la labor de costura y un hombre en una mesa hace los diseños. Entre los empleados hay desde una doctora que atiende al público hasta una ingeniera en la parte de confección. Ahí mismo se cortan y se cosen las telas que terminarán siendo un uniforme de primaria, secundaria o enseñanza media superior. Todo funciona con orden y una inusual eficiencia si se compara con los talleres estatales.
"Le encargué su primer uniforme a mi nietecito que en septiembre empieza en preescolar y hoy vengo a buscarlo", cuenta a 14ymedio una orgullosa abuela acompañada de un inquieto niño que no para de saltar y correr por el estrecho pasillo mientras aguardan porque les llegue el turno de entrar. "En el momento en que hice el pedido tuve que pagar el monto total y han tardado unas dos semanas en hacer tres camisas y dos shorts".
En total, la mujer ha desembolsado 7.500 pesos por el conjunto, tres veces su pensión mensual. "Yo soy la que lo cuido porque mi hija y su esposo están fuera de Cuba y me mandaron el dinero para comprar los uniformes ya que con mi pensión es imposible", detalla. "Me alegro también poder ahorrarme la cola en la tienda [estatal] porque el año pasado estuve tanto tiempo de pie que me dio hasta mareo".
"Que sea fuerte y duradero, que no pierda el color con unas pocas lavadas y que pueda quedar para los niños más pequeños que vienen detrás"
Lo que se espera de un uniforme, además de que cumpla con los requerimientos formales del sistema educativo es "que sea fuerte y duradero, que no pierda el color con unas pocas lavadas y que pueda quedar para los niños más pequeños que vienen detrás", resume la abuela. "Estos se ven bastante bien pero la última palabra la dirá el uso". Pocos minutos después la mujer sale del lugar con una bolsa que incluye la ropa que el pequeño vestirá, casi cada día, en menos de dos meses.
Dos amigas que están en la fila, con sus correspondientes hijos, alaban la posibilidad de contar con esta tienda privada. "Hasta ahora, cuando necesitaba comprar un uniforme sin pasar días en una cola, apelaba a una vecina que los trae de Miami, ella los compra en Ño Que Barato", detalla una de ellas. La amplia comunidad de emigrados de la Isla en Florida ha moldeado también las ofertas comerciales en EE UU.
Parte de las tiendas de Miami hacen su agosto con cada necesidad que brota en la Isla
Desde café "con tueste cubano", pasando por forros de plástico para proteger la libreta de racionamiento, hasta uniformes de todos los niveles de enseñanza, parte de las tiendas de Miami hacen su agosto con cada necesidad que brota en la Isla. En la cadena Ño Que Barato se venden cada año miles de indumentarias que terminarán en las aulas cubanas. Por 14,99 dólares se puede adquirir el pantalón de color rojo vino destinado a los varones que cursan la primaria, mientras que una blusa para el preuniversitario sale en 10,99.
“Lo único que falta es que hasta el uniforme de los policías venga desde Miami”, bromea una de las amigas a las que, finalmente, les toca el turno para entrar a Figuera. El ambiente fresco, debido al aire acondicionado, la mesa pulcra donde una costurera recorta la tela y la cara sonriente de la empleada que despacha completan la experiencia. Los uniformes que venden los privados cuestan mucho más pero es evidente que no vienen acompañados de sudor, lágrimas y algún que otro alarido.