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El muerto al hoyo y el vivo al avión: vender la tumba familiar, último recurso para irse de Cuba

El cementerio de Colón, en La Habana, víctima de los ladrones y también fuente de dinero para financiar la salida del país

Un panteón que hace una década costaba 5.000 dólares, ahora se vende en la mitad. / 14ymedio
Natalia López Moya/José Lassa

17 de abril 2025 - 13:51

La Habana/Cortar camino, tomar por la sombra y recortar distancias se vuelve vital en la ciudad de La Habana, donde la mayoría de sus habitantes lleva décadas sin confiar en el transporte público. El cementerio de Colón, ubicado en mitad de El Vedado, ha sido una de esas rutas para conectar de una manera rápida y a través de un trayecto agradable dos puntos de la geografía de la capital cubana.

Para los vecinos de la cercana barriada de La Timba, atravesar el cementerio era también una manera de escapar de las estrecheces de sus viviendas, expandir los ojos más allá de las pobres paredes de un barrio tan económicamente deprimido como cercano a la plaza de la Revolución. Pero el periplo entre mausoleos de mármol y criptas profusamente decoradas ya no es como antaño.

El gran portón que da a la calle Colón, una de los más importantes accesos de la necrópolis y ubicado en su parte sur, apenas tiene abierta una de las hojas de su imponente puerta de hierro. Aunque la entrada principal siempre ha sido la más fotografiada, esta que conecta con una zona de casas hechas con más urgencia que nociones arquitectónicas resulta la más popular. Por ella circula casi todo lo que sale de manera ilegal del cementerio.

Cada objeto que se convierta en dinero, comodidad o simple regalo para la vista será sustraído. / 14ymedio

Por la puerta sur se mueven desde los restos óseos que terminarán en algún ritual de Palo Monte, hasta las lápidas saqueadas de los osarios, las manillas de bronce arrancadas a las tumbas y los trozos de mármol de Carrara que una vez decoraron muchos panteones y que ahora forman parte del escalón de acceso a alguna casa de la zona, del adorno en el jardín de ciertos nuevos ricos o del refuerzo con el que se calza una bomba de agua o un ventilador maltrecho.

Es también hacia esa parte del cementerio donde viven los artesanos que siguen haciendo del granito su forma de sustento. Venden lápidas, floreros, jardineras y todo tipo de accesorios que, muy probablemente, terminará siendo robados y vueltos a colocar sobre la tumba de otro difunto o en el patio de una casa habanera. Si alguna vez trabajaron el mármol, hace décadas que estos maestros del cincel se han tenido que conformar con otras piedras menos vistosas.

Uno de los secretos mejor guardados del mundo de los adornos funerarios es que hay ornamentos dedicados a los muertos que han cambiado varias veces de nombre. El pulido de la superficie puede borrar los apellidos ilustres de algún aristócrata decimonónico y dar paso a Pedro Martínez o Yosvani López. Luego, también esa estela será saqueada, vuelta a pulir y rebautizada. El ciclo de la vida y la muerte que no cesa.

Hay tumbas que son más difíciles de saquear por sus imponentes estructuras y cierta vigilancia oficial. / 14ymedio

Hay tumbas, eso sí, que son más difíciles de saquear. Sus imponentes estructuras y cierta vigilancia oficial que se cierne sobre ellas las hacen más arduas de depredar. Si se ubican en las calles principales, que forman una cruz y tienen justo en su punto de unión la regordeta capilla, están más protegidas. Allí están enterrados la mayoría de los nombres célebres que los historiadores de la necrópolis celebran.

El conjunto funerario donde descansan los bomberos que murieron en un incendio en 1890 en La Habana Vieja es uno de los ejemplos de cuando la rapiña no puede escalar hasta los diez metros de altura del monumento, nacido del ingenio del arquitecto Julio Martínez Zapata y del escultor Agustín Querol Subirats. Amén de algún detalle que falta en la verja de acceso, no han podido con el sepulcro las sombras que en la noche arrancan una cadena por aquí, un trozo de reja ornamental por allá o un pedazo de granito rosa acullá.

No ha corrido tanta suerte el panteón de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró, saqueado en sucesivas ocasiones, la más reciente con motivo de una reparación ejecutada por la Oficina del Historiador que se transformó en un expolio profundo de sus tesoros. Aunque el majestuoso portón, que diseñó la Casa René Lalique de París y que fue presentado en el Salón de Artes Decorativas de la capital francesa en 1925, sigue en pie, solo hay que asomarse al hueco dejado por los cristales de colores en la parte trasera para comprobar los daños en el interior.

El periplo entre mausoleos de mármol y criptas profusamente decoradas ya no es como antaño. / 14ymedio

A los panteones del cementerio habanero le ha ocurrido algo similar que a las casas. La profunda crisis que atraviesa la Isla ha devaluado no solo el metro cuadrado de las viviendas en el mercado inmobiliario sino que también ha despeñado los precios de un espacio en el "reparto boca arriba" como, con sorna, lo llaman los habaneros. Un panteón que hace una década costaba 5.000 dólares, ahora se vende en la mitad.

"Vendo panteón con dos bóvedas y capacidad para cuatro enterramientos, no rebajo más", enfatiza un anuncio en las redes sociales que acompaña el insistente clasificado con la foto de una tumba sin ornamentos y con el mármol manchado por los años y la falta de limpieza. Muy probablemente, el dinero resultante de la operación se utilice para emigrar. La muerte que apuntala la vida, la inmovilidad de los difuntos que da alas a los que salen de la Isla. El muerto al hoyo y el vivo al avión, podría reescribirse el refrán.

Uno de los secretos mejor guardados del mundo de los adornos funerarios es que hay ornamentos dedicados a los muertos que han cambiado varias veces de nombre. / 14ymedio

Así pasa con casi cada detalle de la principal necrópolis habanera. Todo lo que pueda ser utilizado para mejorar la existencia de los que aún respiran será usado. Cada objeto que se convierta en dinero, comodidad o simple regalo para la vista será sustraído. Ni los ilustres muertos de un pasado reciente se salvan. Los reportes de robo de ramos de flores y accesorios también llegan hasta las tumbas de los cantantes El Taiger y Paulito FG enterrados en el último año en la necrópolis.

Cada inhumación de un famoso desata la curiosidad de los que atraviesan el cementerio con frecuencia y aviva la codicia de los saqueadores. Unas rosas tomadas de un panteón o una lápida pulida y vuelta a cincelar marcan la diferencia si de sobrevivir se trata.

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