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Ahora La Habana quiere ser Dulcinea

Cuba no quiere ser Numancia ni Mallorca: quiere ser libre. Y echaremos abajo todos los molinos

De izquierda a derecha, Yunior García Aguilera, Rosa Montero, Eva Orúe y Gioconda Belli, durante la lectura del manifiesto en la Feria del Libro de Madrid. (Captura)
Yunior García Aguilera

13 de junio 2023 - 16:41

Madrid/En la reciente edición de la Feria del Libro de Madrid se leyó un manifiesto titulado La literatura, siempre del lado de la libertad y la democracia. El régimen de La Habana, raudo y veloz, ha sacado una declaración a nombre de la Casa de las Américas, bajo el título Del lado de Don Quijote.

En la respuesta, acusan a los redactores de "sumarse a la campaña de la prensa hegemónica contra todo aquel que se niega a aceptar los dictados de Washington". Es muy cínico que los que se pliegan con descaro a los dictados de Moscú salgan a la cancha con ese falso y viejo recurso. ¿Acaso no se dan cuenta de que su "comodín" ya no convence a nadie? ¿Acaso perdieron toda la imaginación? ¿Son tan mediocres que solo pueden acudir a argumentos obsoletos, amarillos y roídos por el uso excesivo?

Habría que recordarle al régimen cubano que la principal promotora del manifiesto es Gioconda Belli, ganadora precisamente del Premio Casa de las Américas en 1978, entre muchos otros lauros. La poeta y novelista nicaragüense no necesita sumarse a ninguna campaña, porque ella ha estado, junto a su compatriota Sergio Ramírez, en el centro de los ataques de un dictador desquiciado como Daniel Ortega. Ellos, también, junto al resto de los desterrados y privados de la nacionalidad, han recibido la solidaridad de la inmensa mayoría de los intelectuales, aunque La Habana se tragara la lengua ante tamaña injusticia.

La poeta y novelista nicaragüense no necesita sumarse a ninguna campaña, porque ella ha estado, junto a su compatriota Sergio Ramírez, en el centro de los ataques de un dictador desquiciado como Daniel Ortega

Entre los firmantes del Manifiesto se encuentran grandes nombres que el cuartel de 3ª y G, en El Vedado, ya es incapaz de convocar. Y es cierto que pudo colarse alguna firma por error (algo que ya ha sido rectificado), pero allí permanecen otros nombres como Rosa Montero, Juan Carlos Chirinos, Joan Manuel Serrat... y la lista sigue en aumento.

La declaración del autoritarismo cubano, sin nada que alegar en su defensa, se refugia en las páginas del Quijote y pretende hacerse pasar por Dulcinea del Toboso. Nos conminan a jurar que ellos son buenos y justos, aunque todo el mundo sepa que allí ya no queda nada que celebrar.

El país de Dulce María Loynaz es hoy un triste páramo, donde los hospitales y las escuelas se caen a pedazos, mientras los hoteles y las cárceles se multiplican. Los artistas cubanos sufren hoy la censura como en los peores tiempos del pavonato, mientras ven aplastados todos sus derechos, sin espacio para réplica. Cada cubano lucha diariamente contra molinos absurdos, haciendo proezas para conseguir un plato de comida y soñando con escapar de aquel infierno.

En la obra de Cervantes, Dulcinea representa el amor platónico del protagonista. Aunque en realidad se trata de la idealización de una campesina llamada Aldonza Lorenzo, a quien el autor describe de manera cruel, con tintes de humor, diciendo que tenía la mejor mano para salar puercos en toda La Mancha. Incluso cuando Sancho le presenta a una supuesta Dulcinea, se trata de una joven maloliente, con una verruga de siete pelos sobre los labios. Don Quijote, prisionero de sus delirios, justifica la fealdad de la dama diciendo que ha sido víctima de algún "encantamiento".

Los cubanos estamos hartos de esa obsesión estúpida de romantizar la miseria y el sufrimiento de un pueblo

Es comprensible que un régimen que no tiene nada bueno que mostrar en el plano real, insista en recurrir a utopías. Pero ya han pasado más de sesenta años y la vida real no puede ser más distópica. Resulta imperdonable que continúen jugando a la estafa, haciéndose pasar por princesas, con esos siete pelos sobre la boca. Ellos no quieren ni pretenden ningún proyecto emancipador. Lo único que les interesa es conservar el poder absoluto, a toda costa. La realidad cubana no es cervantina, es orwelliana.

Los cubanos estamos hartos de esa obsesión estúpida de romantizar la miseria y el sufrimiento de un pueblo. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quiere que seamos la Numancia moderna, aunque los habitantes de aquel pueblo situado en el cerro de la Muela acabaron muriendo de hambre, siendo esclavizados o suicidándose. Hace poco, Borrell dijo que Cuba será la Mallorca del Caribe. Al alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores no le escandalizan los más de mil presos políticos ni las violaciones de derechos humanos, él solo ve playas de arenas blancas donde los turistas europeos van a broncearse. Él solo ve el riesgo de que chinos y rusos expolien nuestro suelo sin que Europa obtenga su trozo de pastel.

Pero Cuba no quiere ser Numancia ni Mallorca, mucho menos Dulcinea. Cuba quiere ser libre. Y echaremos abajo todos los molinos.

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