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¿Es Vietnam el único futuro para Cuba?

CUBA Y LA NOCHE

El país de la península indochina ha sido más un ejemplo de censura, represión y castigo que un paradigma de apertura económica

Raúl Castro y el coronel general Nguyen Chi Vinh / 'Escambray'
Yunior García Aguilera

16 de abril 2025 - 12:44

Madrid/Hace ya varios años que en Cuba se habla de adoptar el modelo vietnamita para salir de la asfixia. El Doi Moi (proceso de renovación iniciado en 1986) logró integrar a Vietnam en el comercio global, alcanzando un crecimiento económico sorprendente. Sin embargo, aunque en Cuba se han realizado tímidas reformas, el país sigue cada día peor, rozando permanentemente el colapso y sin esperanza alguna de sorprender al mundo con un eventual “milagro económico tropical”.

A algunos pudo parecer desproporcionado el recibimiento que el régimen de La Habana dio en días recientes al viceministro de Finanzas del país indochino. También es cierto que un regalo de 11.500 toneladas de arroz no es poca cosa para un país sumergido en el hambre. La prensa oficialista insiste en calificar a ambas naciones como “hermanas”, aunque la mayoría de los cubanos sería incapaz de mencionar otro nombre vietnamita aparte de Ho Chi Minh.

Cuba tampoco es el país latinoamericano que más relaciones comerciales tiene con Vietnam, y la mayoría del volumen de ese intercambio se basa en exportaciones de Hanoi hacia La Habana. Nos venden incluso el café que un día les enseñamos a cosechar. Encima, se vieron obligados, en 2018, a perdonar la deuda de la Isla, sin revelar de cuánto dinero se trataba. Es decir, el socialismo de mercado vietnamita sabe perfectamente lo poco rentable que esa hermandad les resulta, pero su Partido Comunista (PCV) sigue viendo a Cuba como un importante socio estratégico. Por eso nos pasan la mano frecuentemente y por eso los burócratas de la Isla se desviven por apapachar a cualquier funcionario de mediano rango que nos visite.

Abrir de par en par la economía podría empujar al mismo tiempo cambios políticos no deseados por la nomenclatura"

Los economistas cubanos han explicado varias veces las causas por las que Cuba avanza tan lento en su proceso de imitación. Por una parte, está el miedo de ciertos sectores del poder a perder el control. Existen diferencias culturales profundas entre ambos países, y abrir de par en par la economía podría empujar al mismo tiempo cambios políticos no deseados por la nomenclatura. También está la cercanía con EE UU y la desastrosa infraestructura del país. Habría que agregar el peso del grupo ideológicamente más ortodoxo que, dentro del poder, frena todos los intentos de los más pragmáticos por quitarle ataduras al sector privado.

Pero supongamos que todas las limitaciones desaparecen por arte de magia y Cuba aprieta el acelerador para convertirse en el Vietnam caribeño. ¿Sería eso bueno o malo para los que aspiramos a una Cuba libre y democrática? Seamos realistas: los beneficios económicos podrían demorarse o no llegar nunca. Pero, si llegaran, eso podría aplastar en el silencio a los activistas cubanos y motivar al régimen a incrementar la represión contra cualquier disidencia. ¿Más? Lamentablemente, sí.

Que no nos engañe Vietnam con su carita de crecimiento económico: el país sigue siendo uno de los más autoritarios de Asia. Su Constitución también dice que el PCV es “la fuerza dirigente del Estado y la sociedad”, limitando la distribución y difusión de la información y condenando fuertemente lo que ellos llaman “abuso de derechos democráticos”.

Los que están más empapados en las noticias y la realidad vietnamitas saben que Cuba sí imita rápidamente lo que el país indochino hace en materia de represión. No por gusto enviaron a Rogelio Polanco, uno de sus más altos testaferros, como embajador a Hanói. El ejército de ciberclarias cubanas no es más que una copia de la “Fuerza 47”, un grupo creado por el gobierno vietnamita para manipular la opinión en las plataformas digitales. Además, empresas como Facebook y Google han ayudado al régimen a aplicar la censura, accediendo a sus demandas para bloquear o suprimir “las noticias malas, la propaganda contra el Partido y el Estado”, según palabras del propio ministro de propaganda de Vietnam.

Por otro lado, la mejora del nivel de vida de grandes sectores de la población ha generado una especie de “contrato social tácito”, donde muchos ciudadanos aceptan el control político a cambio de estabilidad y progreso material. Esto debilita la legitimidad de los disidentes ante la población general, que no ve en ellos un proyecto alternativo con posibilidades reales de éxito. La represión se combina, entonces, con una relativa indiferencia social hacia la política.

Lo más grave, a mi juicio, es el tema de la pena de muerte"

Lo más grave, a mi juicio, es el tema de la pena de muerte. Solo entre 2013 y 2016 fueron ejecutados 429 presos, cifra solo superada por China e Irán, lo que convierte a Vietnam en el tercer país con más ejecuciones a escala global. Se desconoce el número actual de personas en los corredores de la muerte vietnamitas.

En 2011 se sustituyeron los pelotones de fusilamiento por la inyección letal. Se sabe que hubo dos años de suspensión debido a la escasez de barbitúricos y productos químicos necesarios para fabricar el veneno. Aterra pensar que la colaboración biotecnológica pactada entre Cuba y Vietnam esté relacionada también con ese asunto, más allá de las vacunas y los medicamentos para combatir la diabetes y el cáncer.

Vietnam, para Cuba, ha sido más un ejemplo de censura, represión y castigo que un paradigma de apertura económica. Indigna que una parte del mundo mire hacia otro lado, seducido por las gráficas de su crecimiento económico. Preocupa, además, que algunos cubanos se muestren optimistas ante la adopción total de ese modelo, sin que tengamos ni idea de quiénes son Nguyen Van Dai o Phạm Doan Trang.

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