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El exilio como catalizador

Opinión

El cubano de la Isla al no tener un usufructo pleno de sus derechos padece de una indefensión social que emigrantes de otros sistemas de gobierno no sufren

Estar fuera del país natal ofrece una visión panorámica de la vida nacional pasada y presente. / 14ymedio
Pedro Corzo

30 de junio 2025 - 15:56

Miami/Hace muchos años llegué a la conclusión de que salir de Cuba genera en numerosas personas transformaciones de personalidad muy importantes. He apreciado cambios tan radicales que conozco de jefes de familias, otrora voluntariosos, exigentes, firmes con su medio, que han cedido los espacios que en el pasado defendían con celo, teniendo que asumir alguien de su estirpe el protagonismo abandonado, lo que deja apreciar el gran potencial de todo ser humano para remontar su existencia y la incapacidad de otros para enfrentar los cambios.   

Sobre esto conversé casualmente con el periodista Rolando Nápoles, un excelente reportero. Nápoles me dijo que esas modificaciones espontáneas se podían identificar como el Síndrome de Miami, porque él también había apreciado que personas que en Cuba tenían una postura determinada sobre la realidad insular y otra forma de llevar la vida, cambiaban por completo en el exterior con independencia del contexto en el que se desenvolvían y ajeno a los compromisos políticos que hubieran podido haber tenido. 

“Saltar el charco”, como le dice el escritor Jose Antonio Albertini a salir de Cuba, en verdad ejerce una influencia muy grande sobre los expatriados. La vida cambia radicalmente, el paternalismo abusivo del Estado totalitario desaparece y el individuo asume por primera vez a plenitud sus responsabilidades ciudadanas lo que demanda una notable habilidad para la reinvención, en particular, cuando la persona tiene más de cuarenta años y una familia que sostener.

Las limitaciones impuestas por el control que ejerce el sistema sobre la persona son tan intensas e insondables que la capacidad de gestión individual es prácticamente nula

El cubano de la Isla al no tener un usufructo pleno de sus derechos padece de una indefensión social que emigrantes de otros sistemas de gobierno no sufren. Las limitaciones impuestas por el control que ejerce el sistema sobre la persona son tan intensas e insondables que la capacidad de gestión individual es prácticamente nula. 

Las relaciones del sujeto con su entorno en una sociedad libre son abiertas, de responsabilidad en el más mínimo detalle. En Cuba no, el ciudadano insular está lastrado por la condición de que solo lo explícitamente autorizado puede acometerse, un simple pensamiento, ni hablar de una acción, puede significar un delito.

Existen otras muchas características que pueden incidir en los emigrados de Cuba sin considerar sus valoraciones ideológicas o políticas como es el cambio de actividad económica para ganarse el sustento propio o de la familia. Muchos profesionales se ven imposibilitados de desempeñar las funciones para las que se prepararon y se ven obligados a realizar tareas que tal vez nunca sospecharon, a otros les surgen oportunidades laborales y sociales que no estaban en sus planes y hasta cambios en la salud que no eran imaginados.

No faltan quienes lejos de su país y a pesar de haber sido tratados como borregos por el régimen, siempre están prestos a justificarle y servirle

Conozco a individuos que tenían hacia el totalitarismo una visión comprensiva culpando a factores extranjeros, y hasta a quienes abandonaron el país previamente, de la corrompida e inepta acción del régimen insular. Sin embargo, los nuevos conocimientos y experiencia les hicieron cambiar de parecer asumiendo una posición de condena y rechazo del sistema. Este profundo cambio de óptica lo he apreciado particularmente entre los que dejaron a Cuba por motivos económicos y entre los sectores que en la Isla se desenvolvían entre las artes y la academia o desarrollaban actividades gubernamentales. 

No obstante, no faltan quienes lejos de su país y a pesar de haber sido tratados como borregos por el régimen, siempre están prestos a justificarle y servirle. Desgraciadamente hay sujetos que usan sus franquicias de ciudadano libre para defender la dictadura y el despotismo, para justificar sus depredaciones por horribles que estas sean, aunque son los más, en base a los conocimientos adquiridos, los que cambian sus perspectivas por muy ciegos que hayan sido.

Por otra parte, y en honor a la verdad, todos cambiamos y la mayoría sentimos una cercanía a la Isla que alimenta una nostalgia que no cesa de crecer. Estar fuera del país natal ofrece a quien pueda estar interesado una visión panorámica de la vida nacional pasada y presente casi ilimitada. El emigrante o exiliado que ama a su país procura atesorar las tradiciones patrias y se esfuerza por que las nuevas generaciones conserven la lengua materna, ama lo que dejó atrás, con la esperanza martiana de un día decirles adiós a las playas del destierro.

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