El alquiler de la Tribuna Antiimperialista desata una polémica dentro del régimen cubano
Cuba
Los defensores de la ortodoxia revolucionaria se enfurecen y 'Cubadebate' retira el anuncio
La Habana/El anuncio de la puesta en alquiler de la Tribuna Antiimperialista José Martí en La Habana ha desatado un torbellino de críticas, rectificaciones y desmentidos en redes sociales, especialmente en Facebook. La noticia original, publicada en Cubadebate con un tono que recordaba más a Revolico que a un medio oficialista, ofrecía el espacio para eventos públicos y privados, con tarifas que alcanzaban los 28.000 pesos por día, y con un tentador plus: agua y electricidad garantizadas las 24 horas, algo que hoy en Cuba equivale al lujo extremo.
El eco que encontró en la prensa independiente, sumado a la lluvia de burlas, memes y reproches, llevó al medio estatal a eliminar el anuncio sin dar explicaciones, y varios funcionarios intentaron controlar el incendio, sin demasiado éxito.
Garcés: "Desmiento lo que se ha publicado sobre su arrendamiento"
Uno de los primeros en salir al ruedo fue Pedro Garcés, presidente del Consejo Popular de Rampa y un acérrimo defensor de la ortodoxia revolucionaria. En su cuenta de Facebook publicó un desmentido enfático: “Ella seguirá siendo un espacio de denuncia de nuestro pueblo (…) Desmiento lo que se ha publicado sobre su arrendamiento y aseguro que seguirá siendo la tribuna de Fidel y del pueblo de Cuba. ¡Seguimos en combate!”.
Apenas unos minutos después, Garcés compartió un nuevo mensaje –completamente en mayúsculas, como quien grita para tapar un tropiezo– donde reconocía que sí, que la información era cierta, pero que había que entenderla. Justificó el alquiler por “el medio ambiente muy agresivo (por el salitre)” y por el “limitado” presupuesto estatal. Alegó también que ya se ofrecían las instalaciones “de forma gratuita” a ciertos actores sociales, pero que ahora se buscaba que empresas y entidades con dinero aportaran algo.
El intento de explicación fue, como suele ocurrir, peor que el silencio
El intento de explicación fue, como suele ocurrir, peor que el silencio. Lo que siguió fue una guerra de comentarios en su propio muro, donde las contradicciones internas del oficialismo quedaron al descubierto.
Una de las que alzó la voz fue Lisandra Martín, activista pro-régimen y habitual en campañas de defensa del discurso oficial. En tono seco le replicó: “Eso que lo explique Cubadebate, que eliminó el artículo (...) Ya el daño comunicacional está hecho.”
A la polémica se sumó incluso René González, el ex espía devenido en figura pública de la Revolución, quien tuvo que escribir varias veces para explicarse a sí mismo luego de que sus comentarios generaran desconcierto. Entre las respuestas más comentadas estuvo la de María Teresa Martínez, una médico internacionalista jubilada de 77 años: “La lista de explicaciones que nos gustaría que diera nuestro presidente sería larguísima. (...) Sin papeles, ni tarjetas, ni nadie que le proyecte algo”. Y remató con un dardo emocional: “Habla mucho, pero el pan no aparece en la mesa. Me duele mucho lo que está pasando”.
Garcés no es un desconocido: ha sido invitado a programas como Desde la Presidencia, conducido por el propio Díaz-Canel, y ha tenido un perfil activo en acciones de “control popular”. Además, es uno de los esforzados funcionarios que han organizado las colas para la venta de combustible en varias gasolineras de La Habana durante meses. En marzo de 2024, por ejemplo, encabezó la denuncia de un faltante de 1.200 libras de papas en el mercado La Yaya, lo que terminó con el administrador tras las rejas. Ahora, sin embargo, sus intentos de apagar el fuego mediático lo han dejado chamuscado.
El anuncio del arrendamiento de un espacio concebido como ícono del fervor antiimperialista, deja al descubierto la tensión permanente entre la urgencia económica del régimen y la necesidad de conservar los símbolos que le dan sustento ideológico. Que ahora se ofrezca en alquiler la misma tribuna donde se gritaba que “los principios no se negocian” es una ironía difícil de ignorar.
Las redes sociales, con su velocidad e inmediatez, han pulverizado el viejo monopolio del relato
Más allá del hecho puntual, el episodio revela algo más profundo: la fractura en las filas oficialistas. Las redes sociales, con su velocidad e inmediatez, han pulverizado el viejo monopolio del relato. Ya no hay tiempo para consensuar discursos ni afilar argumentos. Las fisuras entre ortodoxos y reformistas, entre privilegiados y aspirantes, entre los que repiten el guion y los que empiezan a cuestionarlo, son cada vez más visibles.
Detrás de todo eso, está una generación cansada, descreída, que asiste con ojos incrédulos a la reconversión del imaginario revolucionario en un catálogo de alquiler por horas.