Juicio ejemplarizante para un ladrón de caballos con conducta "desajustada" en Guantánamo
Culpable del delito de hurto, era un hombre de 34 años y "desajustado comportamiento ciudadano"
La Habana/El adjetivo “ejemplarizante” ya forma parte integral del vocabulario con que la prensa oficial narra los juicios a los cuatreros en Cuba: todos los procesos legales dejan ya –en Granma o sus equivalentes provinciales– su moraleja. Así sucedió con el ladrón de dos caballos en San Antonio del Sur, en Guantánamo, sentenciado a tres años de prisión y cuyo caso recibió difusión nacional este miércoles.
El acusado, culpable del delito de hurto, era un hombre de 34 años y de “desajustado comportamiento ciudadano”, que entró a un potrero de la localidad de Playa Sabanalamar. Cortó una cerca de alambre, entró a la finca donde estaban amarrados los dos caballos, montó sobre uno y guio al otro con una soga.
La Policía lo capturó mientras cabalgaba rumbo al Valle de Caujerí, una zona rural caracterizada por su pobreza, en la comunidad El Oro. Para ese momento, el dueño de los caballos había dado el aviso a las autoridades, que, en un alarde de rapidez infrecuente en esta clase de robos, lo interceptó.
Increpado por los agentes, el ladrón espoleó los caballos y trató de huir “en veloz carrera”
Cubadebate narra la escena en tono de película del oeste. Increpado por los agentes, el ladrón espoleó los caballos y trató de huir “en veloz carrera”. No le importó arrojar al suelo una mochila, cuyo contenido enumera el medio en una digresión: soga, cuchillo –“con cabo plástico de hoja fina y puntiaguda”–, y su cartera con dinero y sus documentos de identidad.
Carné en mano, a los agentes no les costó nada dar con la dirección del ladrón. Fueron a su casa y allí lo detuvieron. Descubrieron que se trataba de un “sospechoso de la comisión de hechos delictivos contra el patrimonio”, relacionado con otros hurtos de ganado –aunque no tenía antecedentes penales– y tenía “vínculos cercanos con personas de inadecuada conducta”, lo cual podría ser una sugerencia, que la prensa oficial ha manejado en otras ocasiones, de su pertenencia a alguna banda de cuatreros.
Otro comentario despierta sospechas sobre su estado mental, puesto que Cubadebate recalca que el ladrón estaba “apto física y mentalmente”, y que solo realizaba “labores ocasionalmente en la finca del padre”. Consta, por último, que le decomisaron varios bienes.
Por esta vez, la descripción del juicio ejemplarizante no incluyó la identificación del acusado, una práctica que ya era habitual en perfiles de Facebook afines al Ministerio del Interior y que la propia prensa oficial ha llevado a cabo en otras notas, especialmente cuando se trata de cuadros locales corruptos.
Por esta vez, la descripción del juicio ejemplarizante no incluyó la identificación del acusado
Un último dato aportado por el medio resulta significativo: como testigos del juicio se presentaron otros cuatreros “que están bajo control” de las autoridades, aunque no se dice si tenían relación directa con el acusado, si eran cómplices o si sencillamente contribuían al carácter ejemplarizante del proceso.
Los delitos vinculados con el ganado “se van incrementando en el territorio”, admite el reporte. Hurtos, sacrificios ilegales, no declaración de nacimientos y muertes, y trampas administrativas de toda clase caracterizan al sector ganadero de la Isla, cuyo control se ha convertido –con poco éxito hasta ahora– en una cuestión de Estado.
El pasado febrero, tras diez meses de inspecciones y vigilancia, el Ministerio de Agricultura reveló que en el país quedan 2.914.009 vacas, una cifra alarmante y que da la medida de la debacle ganadera del país.
Las “supervivientes” fueron contadas durante un “ejercicio de alta fiscalización” que movilizó a cientos de policías e inspectores durante todo el año, y que todavía no había podido llegar a buen término a causa de las reticencias y obstáculos que pusieron algunos guajiros. Abandonados a su suerte, tras haber denunciado muchas veces la inacción policial y el aumento de la violencia de los cuatreros, fueron los propios campesinos quienes tuvieron que montar vigilancia y tomar medidas –a menudo también con el machete en la mano, a falta de armas de fuego– contra el peligro.
El panorama ha cambiado poco o nada desde entonces, y el juicio ejemplarizante es ahora la estrategia que el Estado parece seguir –en este y otros ámbitos, como el energético o el de la corrupción empresarial– para desalentar a los delincuentes en un país cada vez más hambriento.