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El café de los pobres en Matanzas: escaso, frío y amargo

Matanzas

Muchos jubilados necesitarían invertir la mitad de su pensión en un simple paquete de 284 gramos del producto importado

El desmoronamiento del café cubano es una realidad palpable y se nota en la desaparición del producto en las bodegas. / 14ymedio
Julio César Contreras

08 de julio 2025 - 04:36

Matanzas/Del café solo queda el color en la taza que Rafael, cada mañana, se lleva a los labios acodado en el mostrador del merendero del Reparto Armando Mestre en la ciudad de Matanzas. Incapaz de enfrentar la jornada sin antes darse un sorbo que lo despierte del todo, este cubano de 67 años ha terminado por aceptar que su bolsillo solo puede pagar un brebaje escaso, amargo, adulterado y casi frío.

"A eso de las siete de la mañana salgo de mi casa para acá, después de cargar agua", cuenta a este diario. Rafael tiene una rutina que recuerda a esas ruedas en las que los hamster dan vueltas todo el día. "Desde la madrugada me pongo a velar la pila para ver si puedo llenar al menos un cubo que me sirva para la cocina o descargar la taza". Si tiene suerte, podrá, además, almacenar agua en algunos pomos y dejar un poco guardada para darse un baño más tarde.

En las cafeterías más baratas una tacita cuesta 10, 20 o 40 pesos, pero en las más caras cobran hasta 200. / 14ymedio

Llega entonces el turno de salir para el merendero El Matador, gestionado por privados y donde, por 20 pesos, el matancero puede tomarse una taza de café que no disfruta, porque el contenido no es para tanto. "Tiene un sabor raro porque está muy mezclado, pero al menos es algo caliente que me espabila un poco", comenta a 14ymedio. En su hogar, golpeado duramente por apagones que muchas veces superan las 20 horas diarias y por la falta de gas licuado, es muy difícil para Rafael usar su cafetera.

"Cuando tengo suerte y viene la luz, puedo montar la cafetera eléctrica pero luego llega el apagón y ese es un café que no se puede mantener caliente, se pone frío como la pata de un muerto". La calidad del polvo es otro quebradero de cabeza para quienes buscan deleitarse con una buena variedad arábica de olor de aroma pronunciado, sabor suave y baja acidez, como la que antaño salía de los cultivos nacionales.

"La mayor parte del café que se está vendiendo ahora mismo en Matanzas viene de Miami", sentencia una empleada de una cafetería particular que despacha, cada mañana, hasta medio centenar de tazas pequeñas. A la Isla ingresan cada día miles de paquetes de café en los equipajes de los viajeros, una importación que ha desplazado totalmente al polvo nacional, escaso debido a la caída de la producción.

El desmoronamiento del café cubano es una realidad palpable. Lo notan los consumidores en la desaparición del producto en las bodegas, en el aumento del precio del grano en el mercado informal y hasta en la calidad del que sí logran adquirir. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información, en el último quinquenio la producción cayó un 51% en el sector.

"De Miami llega café La Llave y Bustelo, que gustan mucho porque tienen el tradicional tueste cubano y cuando la gente lo toma se acuerda cómo era antes el café aquí", detalla la vendedora. "Pero también en los últimos años están llegando otras marcas más económicas y, aunque sean de menor calidad, para cualquier cubano son la gloria si se comparan con el de la bodega".

El Morro, El Dorado, La Carreta y Cubanazo son algunos de los nombres que se han colado también, desde Florida, en las cafeteras cubanas. En la mayor comunidad de exiliados de la Isla, las ofertas de tiendas y supermercados olfatean los nichos comerciales que la profunda crisis económica abre para ellos en Cuba. Desde uniformes escolares de todos los niveles de enseñanza, hasta el envío de plantas eléctricas para sortear el apagón, las mercancías pensadas y destinadas para el consumidor dentro de la Isla han crecido en los últimos años.

"Mi prima que vive en Hialeah dice que ella solo compra algunos de esos paquetes de café para mandar para acá porque no son de la calidad de lo que le gusta tomar cada día", reconoce la empleada de la cafetería. "Pero aquí vienen muy bien porque ya la gente no cuenta con el café del racionamiento, que desde febrero no aparece en Matanzas". Mezclado o de baja calidad, el importado siempre supera con creces al paquete tosco y muchas veces sin nombre que se distribuye por la libreta.

"Antes yo cogía el polvo que vendían en la bodega, lo ligaba con chícharos y le agregaba un poquito del bueno", explica Rafael, pero incluso esa posibilidad es cosa del pasado porque ahora el polvo racionado "ni llega ni sirve". "Los pocos chícharos que puedo comprar son para comer", añade en alusión al grano que durante décadas ha servido tanto al Estado como a los consumidores para estirar la ración mensual.

Con una pensión de 2.500 pesos al mes, Rafael necesitaría casi la mitad de su jubilación –unos 1.200– para adquirir un paquete de 284 gramos de La Llave. Hacer algo así sería un desatino para sus finanzas, por lo que el matancero lleva en su cabeza el mapa mental de dónde todavía se puede tomar café en una cafetería donde los precios puede ser de 10, 20 o hasta 40 pesos la tacita.

"Si no me doy un buche mañanero el dolor de cabeza acaba conmigo, pero si me lo tomo en una cafetería estatal probablemente termine con dolor de barriga"

"He tomado en los kioscos de la terminal de ómnibus y sabe a rayo encendido", explica. "Si no me doy un buche mañanero el dolor de cabeza acaba conmigo, pero si me lo tomo en una cafetería estatal probablemente termine con dolor de barriga", resume su dilema. Los locales oficiales que todavía despachan la popular bebida se han ido reduciendo y el volumen de sus coladas también se ha limitado. "Llegas diez minutos después de que empiezan a despachar y ya se les acabó", lamenta el jubilado.

Queda, eso sí, la opción de ir a algún otro local de más rango donde los precios escalan. "Para mí ya no existe el café de la Sala White, mucho menos el del Hotel Velazco y tampoco cuento con los que hay en el Paseo de Narváez. No tengo 200 pesos para gastarlos en eso", lamenta Nilda, otra matancera necesitada de su dosis diaria de cafeína. "Este parece que lo colaron temprano, porque está tibio. Es lo que hay para los pobres", asevera la mujer en el merendero.

La empleada conserva bajo el mostrador el pozuelo con el azúcar y administra solo una cucharada a cada taza. No se permite agregar más porque el más emblemático producto que sale de los campos cubanos también sufre la caída de su producción. "La libra está a 270 pesos", explica la trabajadora. A un costado de la hornilla donde cuela la cafetera, se ve un paquete con la etiqueta "Florida Crystals", contiene azúcar proveniente de esos cañaverales que, en Florida y a manos de empresarios cubanoamericanos, también abastecen la Isla. 

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