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Cómo se vencieron los obstáculos para crear Radio Martí y romper el monopolio informativo en Cuba

Miami

Este 20 de mayo se cumplen cuarenta años del día en que, después de superar innumerables obstáculos, la emisora salió al aire

El productor Francisco Ojeda y la locutora Sonia Barriel, en una de las primeras emisiones de Radio Martí. / OCB
Frank Calzón

20 de mayo 2025 - 05:27

Miami/Este 20 de mayo se cumplen cuarenta años del día en que, a pesar de la censura, se terminó el control del monopolio de la información en Cuba. Después de superar innumerables obstáculos, de intensos años de gestiones en el Congreso norteamericano, de reuniones en la Casa Blanca, del debate en la prensa más importante del país y de la movilización de las comunidades cubanoamericanas en decenas de ciudades para conseguir el apoyo de congresistas y senadores, la emisora salió al aire. 

La gesta no fue fácil. Hubo que vencer la fuerte oposición de la National Broadcasters Association (NBA) –la asociación de propietarios estadounidenses de emisoras de radio y de televisión– que temía que las transmisiones desde La Habana interfirieran con los programas del fútbol, desde Florida hasta estados tan distantes como Nebraska, en el oeste del país. Fue el senador demócrata Edward Zorinski quien, haciendo uso de la táctica obstruccionista conocida como filibusterismo, logró retrasar con su interminable discurso la consideración del anteproyecto de ley en la Cámara Alta. Según el reglamento, cuando un senador recurre a esa estrategia, puede hablar ininterrumpidamente todas las horas que quiera.

Hubo que vencer la fuerte oposición de la National Broadcasters Association (NBA), que temía que las transmisiones desde La Habana interfirieran con los programas del fútbol

Así fue que Zorinski se convirtió en un obstáculo infranqueable, paralizando el trabajo regular del Congreso. La ley, que había sido aprobada por una mayoría bipartidista en la Cámara de Representantes, no pudo ser llevada a votación en el Senado. Un año después, una vez electo el nuevo Congreso, la Cámara aprobó la ley, y por segunda vez hizo lo mismo el Senado. Solo entonces el presidente Ronald Reagan pudo firmar el documento.  

Después hubo más demoras, hasta que en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad le dijeron a Reagan que todos los preparativos se habían hecho y el presidente ordenó que las transmisiones comenzasen. Y lo hicieron el 20 de mayo de 1983, en el aniversario del nacimiento de la República, en 1902.

Muchos en la Isla y en la diáspora celebraron la buena nueva. Los cubanos se enteraron de lo que sucedía en la Isla y alrededor del mundo, y conocieron la verdadera historia de su país, que la propaganda reescribía día a día para ajustarla a la visión del Líder Máximo.

Fueron muchos los hombres y mujeres que hicieron posible la emisora que lleva el nombre del apóstol de la independencia: cubanos y estadounidenses, intelectuales y empresarios, grupos de estudiantes universitarios cubanos de las universidades en Nueva York, Massachusetts, Nueva Jersey, Puerto Rico, Florida y Washington, y muchos emigrantes que, viviendo lejos de su país, no lo habían olvidado.  

También Hugh Thomas, el historiador inglés amigo de Elena Mederos y de Carlos Alberto Montaner, posiblemente el autor del libro más importante sobre Cuba de los últimos cincuenta años. Thomas escribió un ensayo con el título de Radio Free Cuba, sugiriendo el establecimiento de una emisora como Radio Europa Libre para la Perla de las Antillas, y los políticos lo insertaron en el Diario de Sesiones del Congreso en Washington. Los estudiantes imprimieron copias para distribuir en los mítines políticos de las organizaciones de jóvenes demócratas y republicanos en sus recintos universitarios.

Radio Martí no hubiera sido posible sin la perseverancia de Jorge Mas Canosa y el fuerte apoyo de los senadores y congresistas floridanos; sin el apoyo de la senadora republicana Paula Hawkins y el senador demócrata Lawton Chiles, así como los congresistas demócratas Dante Fascell y Claude Pepper.

Muchos otros hicieron contribuciones de importancia. Al congresista demócrata por California Tom Lantos fueron a verlo los cabilderos de la NBA para pedirle que se opusiera al anteproyecto de ley. Lantos era un patriota húngaro que había peleado en contra de los nazis y confrontado los tanques soviéticos en Budapest en 1956. Antes de ser electo había sido profesor universitario en California y presidía el caucus sobre derechos humanos. Era un hombre que hablaba pausadamente, que lo mismo denunciaba a Pinochet que a China comunista, que se solidarizaba con los presos políticos en Tibet, en Cuba y en Zimbabwe. 

Lantos me recibió en su despacho del edificio Rayburn de la Cámara de Representantes, su hermoso perro blanco dormitaba a los pies de su amo. Los cabilderos de los propietarios de canales de televisión lo habían visitado para preguntarle cómo podrían convencerlo de que hablara en el hemiciclo en contra de Radio Martí. Me contó que les había dicho que votaría por la ley autorizando la emisora y le pidió a sus colegas que hicieran lo mismo. 

Era un hombre que hablaba pausadamente, que lo mismo denunciaba a Pinochet que a China comunista, que se solidarizaba con los presos políticos en Tibet, en Cuba y en Zimbabwe

Otro fue José Luis Rodríguez, cubano oriundo de la isla de Pinos, que presidía entonces la Asociación de Productores de Frutas y Vegetales de Florida. Rodríguez producía y exportaba berenjenas y era además vicepresidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (Fnca) que había fundado Jorge Mas Canosa. Más importante para el caso, era amigo de Bernie Barnett, influyente abogado judio washingtoniano, cercano entonces al vicepresidente George Bush.

Fue Barnett quien le habló a la Fnca sobre la comunidad judía americana, sobre Israel, sobre los logros de la comunidad hebrea en Washington y sobre la urgencia de que los cubanos se relacionaran con los congresistas. Les recomendó entonces que fundaran un comité de acción política (PAC) para apoyar a los políticos interesados en asuntos cubanos. Les instó a organizar seminarios en una docena de ciudades para que los exiliados visitaran a sus congresistas donde residían o acudieran a sus oficinas en Washington. Una comunidad cubana que demostró su efectividad fue la de Boston, que había organizado el ingeniero José Salazar, quien consiguió el apoyo del senador Edward Kennedy para Radio Martí. Kennedy, a pesar de las muchas gestiones del lobby castrista no aceptó la invitación de Fidel Castro de visitar la Isla y fue precisamente quien envió a uno de sus asesores a Cuba a traer a Estados Unidos al poeta Heberto Padilla y a su esposa, Belkis Cuza. 

Cuando el autor de Fuera de Juego aterrizó en Nueva York, la prensa y Ted Kennedy lo esperaban. 

Todo pasó hace 40 años. Quizás el estudio de aquellas experiencias pueda inspirar a otros cubanos

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